El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha puesto en práctica lo que fue su discurso político en tiempos de campaña electoral.
Obrador le prometió a los mexicanos una gestión austera y humilde tal como viven la gran mayoría de mexicanos que sufren los estragos de pasadas administraciones que le dieron de lado a los problemas fundamentales. Aquellos que quebrantan la vida diaria de una población que ha visto incrementado los niveles de criminalidad y violencia y que tiene uno de los mas altos niveles de pobreza y miseria de todo el continente.
López Obrador decidió ejercer la función presidencial despojado de los lujos del poder y abrazando las mas puras esencias de la humildad política y la sencillez humana.
Un ejemplo vivo de que es posible ejercer el poder fundamentado en otros paradigmas morales, aquellos donde la práctica debe ir a cónsona con la palabra empeñada.
López Obrador está rompiendo los esquemas en una sociedad donde hacerlo resulta altamente chocante por una población que vio por años a su funcionariato público vivir y respirar otros aires muy distintos a lo que respira el ciudadano común.
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