Acusan a Lizandro Macarrulla de pretender secuestrar nuevo gobierno

A lo interno del Partido Revolucionario Moderno (PRM) habría un profundo malestar entre sus dirigentes por supuestamente el empresario y próximo ministro de la presidencia, Lizandro Macarrulla, intentar secuestrar los nombramientos de quienes acompañarán al presidente electo Luis Abinader en el gobierno que iniciará el próximo 16 de agosto.

Supuestamente, la mayoría de los nombramientos que ha estado realizando y que realizará el presidente electo, tienen que ser validados por Macarrulla, quien se ha constituido sorpresivamente en el armador del nuevo gobierno, a pesar de no ser un dirigente del partido ganador y ni siquiera de ninguna otra organización política del sistema, ya que fundamentalmente sus labores profesionales se habían supeditado al ámbito empresarial en la República Dominicana.

Inclusive, Macarrulla habría sido quien determinó que sea el Hotel Nicolás de Ovando, situado en la «perfumada Zona Colonial», el lugar a utilizar como centro de poder desde el cual el equipo de transición planifica y articula las políticas públicas y las decisiones de estado que se pondrán en marcha en los primeros días de gobierno.

Todo esto a pesar de que, el gran articulador y jefe de la campaña electoral lo fue el dirigente histórico del partido Roberto Fulcar, quien es el que conoce la dinámica de la política partidaria y quien comprometió cargos públicos a los dirigentes internos y externos que se integraron efusivamente a la campaña.

Al parecer, Macarrulla a sabiendas de todo esto y del peligro que representaba para sus intereses la primacía de Fulcar en la toma de decisiones desde el mismo centro del Poder, habría sido determinante para que este pasara a un plano relativamente periférico dentro de la estructura gubernamental como Ministro de Educación. Una institución encargada de la tan importante agenda educativa, lo cual pudiese limitar el accionar de un Fulcar considerado por muchos como «el gran ideólogo del triunfo del cambio».

No es lo mismo tener un despacho en el Palacio Nacional, desde donde se maneja la agenda -pública y privada- de poder, que tenerlo en la Máximo Gómez sorteando a diario la agobiante problemática de un sector específico de la vida nacional como lo es el de Educación.

Todo esto estaría empujando a la bases de partido a un estado de desesperación que se evidencia en las redes sociales, en donde estos hacen campaña abierta en procura de ser nombrados por el mandatario electo. Algo pocas veces visto en los periodos de transición de gobiernos en toda nuestra historia.

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