Por Andrés L. Mateo
¿En un país en el cual las instituciones no funcionan la desgraciada tradición del autoritarismo no marca a un gobernante que pidió a gritos “su” congreso? Tenía la financiación electoral de ODEBRECHT, el presupuesto de cada ministerio, las instituciones que arbitraban el proceso electoral, la justicia, los aportes de los contratistas del Estado. ¡Lo tenía todo! Las elecciones en las cuales éste hombre que se cree providencial fue elegido no fueron más que un torneo de prostitución institucional.
¿Cuánto costó cada voto del presidente Medina? ¿Cuánto gastó comprando senadores y diputados para modificar la constitución y reelegirse? ¿Por cuánto nos sale contar con “sus servicios a la Patria”? ¿Los mil cuatrocientos millones a Joa Santana y sus empresas, apenas una leve aproximación a las grandes sumas que en verdad obtuvo del gobierno, no eran, acaso, para la construcción de un Dios, de un ser sobrenatural que nos salvaría de todas nuestras miserias?
¿No es el “liderazgo” de Danilo Medina un producto del clientelismo, una “construcción” mercadológica que se sustenta en el poder del dinero? ¿Hubo límites, acaso, en el uso de los fondos públicos y en la manipulación de la voluntad ciudadana?
¿No es su cínica destreza de político pragmático y sin ética lo que le ha dado nombradía? ¿No se ha cerrado sobre sí mismo todo el frágil espacio democrático que a duras penas hemos construido en el país después de la muerte de Trujillo?