César Medina dejó enorme fortuna material pero también una impagable deuda moral con el pueblo

El periodista Cesar Medina acaba de partir de este mundo cruel en el que tuvo el privilegio de ocupar importantes posiciones públicas en el Estado dominicano y ser un comunicador con uno de los principales programas de opinión política en la televisión nacional.

También tuvo el privilegio de erigirse en un ciudadano encumbrado con una enorme fortuna  material valorada, según su ultima declaración jurada, en mas de RD$300 millones de pesos.

Pocos dominicanos logran salir del espantoso estado de pobreza en el que se desarrolló César Medina en su natal San Cristobal. Provincia a la que una vez aspiró representar como senador en el Congreso Nacional.

Cesar logró materialmente lo que pocos han podido hacer. Sin embargo, ese mismo César Medina materialmente exitoso, en términos morales dejó una impronta oscura e indeleble.

Su fortuna material pudo ser contabilizada en números fríos, pero su deuda moral con el pueblo resulta impagable e incalculable.

Ni la décima generación de sus descendientes podrían pagarla, ya que Medina lamentablemente solo utilizó el micrófono para sembrar odio, rencores y cizaña.

Fue un comunicador de la división, de los feroces ataques, de las inclemencias de un verbo que bien sabía articular.

Fue un titán de la comunicación que estrellaba sus lentes y daba un manoplaso sobre la mesa cuando de lo que se trataba era de defender intereses políticos de aquellos grupos que precisamente son responsables de parte de los problemas que por años nos afectan.

Supo jugársela a favor del poder político y en un momento de su vida también lo supo hacer contra el poder que encarnaba en aquel entonces el ex presidente Hipólito Mejía, a quien atacó desde la tribuna de su programa y a quien sin lugar a dudas le guardo un profundo rencor hasta el último suspiro de vida.

Ese fue César Medina, un periodista valiente y que se la supo jugar, pero lo hacia en favor de sus intereses personales los cuales como daño colateral transgredían los sagrados intereses del pueblo.

Un pueblo que esperó de él la defensa, el combate y la palabra encañonada. No la sumisión, el vedetismo y la lisonjería barata.

Por eso precisamente la gran mayoría nacional celebra con júbilo su ida y su muerte. A diferencia de otros importantes comunicadores que sus partidas quebraron el alma nacional.

César Medina ni siquiera en su último tramo de vida, a sabiendas de que estaba destinado a morir, pidió perdón a todos aquellos que atacó ferozmente, muestra contundente de su elevado nivel de prepotencia y altanería.

César sin lugar a dudas decidió como morir así como también será el propio pueblo dominicano quién decidirá como lo recordará.

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