En la República Dominicana tras 40 años de vida política en democracia mínima, aun impera el mismo desorden y caos.
Las cláusulas estatuidas en el contrato social en la República Dominicana no son respetadas ni por los subordinados y mucho menos por las autoridades. Es un Estado de anomia total en el que la trampa, la cizaña y el tigueraje le han ganado la batalla a las mas elementales normas de la ética pública y de la moral social.
Hay que jalar con fuerza iracunda el freno de emergencia del vehículo nacional para detener, al menos, la contusión programada.
Y tras esa urgente detención atravesar por un proceso profundo de reflexión en el que determinemos todos cual es la República Dominicana que queremos vivan nuestras futuras generaciones.