Los haitianos se hartaron de una élite político económica que les ha oprimido por años. Se cansaron de ser el país mas pobre del continente en donde no existe ni siquiera suministro mínimo de agua potable en sus hogares. Se cansaron de tener que emigrar masivamente hacia la República Dominicana, Puerto Rico, Islas Turcas, Chile y Brasil. Se cansaron de tanta corrupción que sustrae los recursos necesarios para paliar las necesidades mas elementales de cualquier ciudadano.
Están en las calles y de que forma, quemando gomas, lanzando piedras e incendiando todo cuanto encuentran de paso.
Mientras eso ocurre en la vecina nación haitiana, de este lado, del lado dominicano, la situación económica es igual de preocupante. Apenas un puñado de ciudadanos ha gozado y disfrutado de las mieles de un crecimiento económico sostenido en las últimas tres décadas.
A pesar de ello los niveles de pobreza, miseria y desigualdad social son espantosos. Apenas el 2% de la sociedad ha podido escalar económicamente en últimos 20 años, según estudio oficial del Banco Mundial.
Sumado a un 40% de dominicanos sumergidos en la pobreza y un 15% en la miseria. Datos que revelan los niveles de precariedad en que desarrolla sus vidas el común de los dominicanos.
Existiendo todos los elementos conducentes a cualquier sociedad, minimamente concienzada, lanzarse a las calles a protestar, el pueblo dominicano no esta en ello. Esta sumergido en los profundos abismos de la tubería de una hookah. Esta anestesiado con el sorbo vicioso de una botella de ron. Esta entre los gritos lirantes de una bachata. Esta en el retumbar de un denbow. El dominicano esta en todo menos en misa.
Una sociedad profundamente alienada que no es capaz de ver sus propias carencias, ausencias y deficiencias intelectivas y culturales. Una sociedad camino hacia un profundo abismo.
Mientras tanto los haitianos si están peleando y protestando en las calles gallardamente, mientras de este lado de la isla sus ciudadanos están disfrutando de una fiesta organizada con dinero prestado en un local rentado y sin garantía de ver un resplandeciente amanecer o un grisáceo crepúsculo.