OPINION: Carta de marca o patente de corso. Por Agustín Perozo

«Hay tantos burros mandando hombres inteligentes que a veces pienso si la estupidez es una ciencia». António Aleixo.

Corso, del latín cursus, «carrera». El término hacía referencia tanto a los marinos como a los navíos, ya sean de las armadas o de particulares, quienes adquirían la condición militar en virtud del permiso concedido por una autoridad suprema. El corso tiene similitud con la piratería, pero es legal por su gobierno, por lo que la diferencia teórica entre un pirata y un corsario radica en la legalidad de sus actos.

Piratería deriva del verbo griego πειράω, «peiraoo», que significa ‘intentar la fortuna en las aventuras’. Otros creen que proviene de Πύρος, «pýros», «fuego», siendo por tanto el término pirata equivalente a incendiario. Tenemos fascinación con los piratas y solo pensar en los éxitos de series y películas de piratería así lo confirma. Nos hemos convertido en piratescos clanes incendiarios para nuestro hábitat natural y este artículo nos mostrará apenas algunas escenas del drama.

En un mundo tan discordante al plano moral que hemos desarrollado y asumido, muchas veces hipócritamente, el denominador común es matar para comer, comer para vivir. La naturaleza no es precisamente una dulce referencia en sí misma pues casi todo ser vivo mata para subsistir y matar no es moralmente aceptable dentro del pensamiento humano moderno… en teoría.

La moral eleva al hombre sobre impulsos naturales. Sin embargo, procesos sociales involucionistas nos empujan en reversa. La desconexión progresiva del individuo con la familia lo separa del sentido de fusión a su comunidad, a la sociedad, y de ahí, a la humanidad misma. Un eco activista criollo amplía el escenario: «La desertificación de las tierras se ha convertido en una tragedia mundial, mientras la crisis de agua, el calentamiento global, la depredación de bosques y ríos, y la contaminación industrial, amenazan la existencia de la vida planetaria». Una orgía de consumo excesivo, deuda exponencial, dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y gases fluorados.

El dinero es la herramienta depredadora por excelencia en economías lineales expansivas. Hemos demostrado pobre responsabilidad medioambiental ante este poderoso medio de intercambio, inversión y acumulación al no priorizar economías circulares. Es la patente de corso para cualquierizar medalaganariamente el mundo, manipularlo y explotarlo sin límites ni consecuencias conocidos en el pasado. Es el dinero del sistema bancario fraccional. El mismo que se argumenta necesario dentro de expansión económica pues «el dinero en un sistema de 100% reserva no sería suficiente». Lo cuestionable es que el primero contribuye con dominio al expansionismo económico depredador. Es dinero pirata, dinero incendiario. 

Los grandes robos de la historia no han sido al dinero físico en bóvedas bancarias sino al dinero digital que representa sobre el 97% de los agregados monetarios. Los políticos y sus asociados del sector privado lo saben muy bien. Estos reclamos son reiterativos y como un par de maracas, hacen ruido pero no hacen por sí solas el baile. Pero las maracas no deben detener su afanoso ritmo o hasta los árboles del higüero se extinguirían, eventualmente.

No muchos deudores conocíamos sobre el interés faltante. En este medio financiero moderno, rodeados de algunos banqueros cuasi piratas, debemos conocer trucos de esgrima. En Internet encontramos mucha información, tanta que hay que compendiarla para simplificar el rápido entendimiento del sistema de dinero deuda. Veamos:

Todas las monedas oficiales de los gobiernos se crean en forma de deuda, a través de la emisión de créditos bancarios. No es un banco central de un país o área monetaria el que crea el dinero, sino los bancos comerciales privados cuando emiten crédito. Crédito con tasa de interés. Para mejor compresión del tema busquemos en Internet: «¿De dónde sale el dinero que presta un banco?».  Esta forma de creación de dinero sufre de un problema mayor llamado «el embolado del interés faltante».

Digamos que estamos al comienzo de una nueva moneda oficial, el peso pirata (Pi). La oferta de dinero es cero. No hay moneda en la economía. Tú eres la primera persona que acude a un banco comercial privado para obtener un crédito en Pi. Harás la primera creación monetaria, moneda ex nihilo. Declaras al banquero que necesitas Pi$100,000 para comprar una casa. El banquero está de acuerdo. Teclea en su computadora y ves Pi$100,000 aparecer en tu cuenta bancaria. Ya tienes ese monto disponible. Y en partida doble, un asiento contable al banco.

El crédito no es gratis, tiene intereses y una hipoteca. El banquero te otorga una tasa de interés del 5% por año. Te comprometes a devolver la cantidad solicitada además del pago de los intereses devengados durante 20 años. Tienes que devolver la suma total de Pi$160,000. De lo contrario, se lleva tu casa. Y cuando mueras, esta deuda debe ser pagada por tus herederos si mantienen la casa. Básicamente, el banquero explica que la justicia y la policía están de su lado y que estás obligado a pagarlo todo.

El reembolso del capital prestado inicialmente desaparece. Los Pi$100,000 que tienes en la mano se usarán para comprar la casa, luego circularán en la economía y los recuperarás, por ejemplo, en forma de salario. Puedes comenzar a pagar lo que has pedido prestado. Cuando haces esto, los pagarés desaparecen. Fueron creados ex nihilo, de la nada y vuelven a la nada. Solo sirven para extinguir parte de tu deuda.

Aquí llegamos al interés faltante. Después de haber pagado el principal, el capital prestado, no te queda nada. Sin embargo, el banquero te exige el interés: Pi$60,000. Pero no le puedes pagar. Es normal. Estos Pi$60,000 nunca han sido creados. En un crédito por creación monetaria, el interés no se crea, por lo que el crédito no es matemáticamente reembolsable. Por lo tanto, un nuevo crédito no induce ningún «crecimiento» de la economía, sino una deuda no reembolsable, por lo tanto una quiebra de la economía. Si estuviéramos en un juego de Monopolio, ya habrías perdido.

La única forma en que puedes pagar tus intereses es que un banco emita otro crédito para añadir moneda a la economía. Crear un segundo crédito de Pi$100,000 para otra persona. Esta otra persona gasta sus Pi$100,000 inyectándolos en la economía. Recuperas algo gracias a tu salario o tu negocio. Esta persona te permite obtener los Pi$60,000 que te faltaban para pagar tu interés. Los intereses no se destruyen. Estos son los beneficios del banco. Esta moneda ya no es deuda, es ganancia. 

¿Un sistema donde un crédito reembolsa otro crédito? Cuando tienes que hacer un segundo crédito para pagar un primer crédito, esto tiene un nombre. En los negocios, esto se llama «caballería financiera». Es estrictamente ilegal y castigable por ley. Hecho por un individuo, se llama esquema Ponzi o pirámide y es un ilícito. Cuando se realiza por bancos comerciales privados, es respaldado por los gobiernos, aceptado por la mayoría de los economistas y no castigado por la ley. Además, este sistema de creación monetaria no aparece en ningún texto legal. 

Si pagaste tu crédito, dejas a una persona en bancarrota. Este sistema requiere que uses el capital de otra persona para su reembolso. La consecuencia de esto es que la otra persona está en una bancarrota peor que la tuya, ya que no puede pagar ni su principal ni sus intereses. Aquí, la segunda persona solo tiene Pi$40,000 para pagar Pi$160,000. Este sistema de bancarrota permanente nos convierte en depredadores que se roban unos a otros y nos obliga a un comportamiento egoísta para sobrevivir. Todos trabajamos en beneficio de los bancos que crean moneda ex nihilo para sí mismos, sin trabajar ni crear valor, simplemente haciendo que otros trabajen. 

Se dice que a los bancos se les paga el riesgo con este interés. Pero cuando el riesgo es demasiado alto para todo el sistema, las autoridades cubren este riesgo al endeudarse y financian esta deuda de los bancos a través del impuesto sobre la población actual y las generaciones futuras. Es un sistema que esclaviza a la población con deudas e intereses faltantes, y donde el temor constante a la quiebra obliga al crecimiento del crédito, o sea, más deuda.

Los bancos pueden emitir bonos, tanto flotantes como de tipo fijo, a varios años. Algunos podrían ser estructurados, subordinados, canjeables por acciones. Otras entidades financieras gestionan dinero «ahorrado», por ejemplo, planes de pensiones, empresas de seguros, gestores de patrimonios, fondos de inversión, sociedades de inversión de capital variable o de capital fijo, hedge funds, etc. Para sacar rendimiento a estas inversiones y poder pagar al cliente un rendimiento, tendrán que invertirlo en deuda pública (gobiernos y empresa pública) y privada (industria, banca, etc.), que les genere suficiente para también cobrar la comisión de gestión pertinente.

La máquina estatal de hacer billetes se ruborizaría sin duda por la facilidad con que puede ponerse dinero en circulación sin utilizar papel. El sistema monetario fraccional exige para su supervivencia crear un flujo continuo de dinero deuda (particular e institucional) que garantice el pago de los préstamos anteriores, pero al mismo tiempo requiere contención pues si no, se difuminaría el valor del dinero creado. En palabras de Bernard Lietaer: «Es posible producir más que suficiente comida para alimentar a todos y definitivamente hay suficiente trabajo para todos en el mundo, pero claramente no hay suficiente dinero para pagar todo eso. La escasez está en nuestras monedas. De hecho el trabajo de los bancos centrales es crear y mantener la escasez de dinero».

Obviamente y por muy dramático que pueda resultar el espectáculo darwinista de la pugna social de unos deudores con otros para retornar el interés, no hay aquí causa alguna que pueda alegarse como excusa del incumplimiento individual de un deudor, a quien le aplicarían la sentencia: «aún tuvieses la razón, no así el derecho», aunque sí base fundada para una profunda reflexión acerca de la inmensa presión que ejerce esa burbuja creciente de crédito sobre la oferta monetaria y las consecuencias devastadoras que provoca desde el punto vista social y económico.

Los intereses de las sumas prestadas es una prestación de imposible cumplimiento. Los contratos de préstamo podrían ser impugnados porque son colectivamente imposibles de ejecutar. La imposibilidad en este caso se debe a que los bancos crean el capital pero no el interés para pagar sus préstamos. El andamiaje jurídico no solo blinda estas acciones de piratería sino que valida las patentes de corso para ejecutarlas, argumentando que el sistema colapsaría si las demandas tomaran curso. 

Con tecnicismos justifican el montaje arguyendo que los bancos facilitan las transacciones de intercambio intertemporal entre compradores y vendedores proporcionando servicios de liquidez y administrando, en nombre de estos agentes, los riesgos y costos idiosincrásicos asociados con los contratos de crédito de deuda emitidos de forma privada. Y continúan conque el dinero bancario es el producto de un marco legal e institucional y resulta de una transacción de intercambio intertemporal subyacente de valor por valor que es facilitada por la intermediación del banco y se crea mediante relaciones privadas de deuda y crédito entre agentes económicos, y la referencia a esta relación como «nada» confunde y socava esta relación.
Como piratas desenterrando tesoros, encontramos en Internet una respuesta concluyente a los banqueros y sus argumentos pro banca fraccional y dinero deuda. Leamos: Hoy en día, todo el dinero es creado por el sistema bancario. Se origina en el banco central, que lo genera a través de una expansión de su balance. Es decir, aparece como un simple registro contable: dinero nuevo en el pasivo, y deuda en el activo. El dinero se genera a través de créditos, que no es más que un eufemismo de «deuda». Al contrario que durante la mayor parte de la historia de la humanidad, en que el dinero ha sido un bien tangible con un valor intrínseco medido, por ejemplo, en oro o plata, al presente todos los dólares, euros, pesos pirata (Pi) y todas las demás divisas están basadas en la deuda. Esto es un hecho asumido por los gobiernos, las empresas y los ciudadanos de todo el mundo, e implica que los acreedores confíen en que esta deuda algún día será saldada.

Solo puede funcionar mientras que haya gente interesada en endeudarse. Por eso, cuando la gente empieza a pagar sus deudas en vez de seguir tomando dinero prestado, el sistema de préstamo bancario se colapsa y la oferta monetaria se reduce. Los intereses nunca se saldan y siempre hay más deuda que dinero. Esto es lo que muchos denominan «la espiral deflacionaria letal», en la que más y más dinero (crédito/deuda) desaparece, provocando así la insolvencia de los deudores y la destrucción de riqueza de los acreedores.

Esta es la peor pesadilla para cualquier político o banquero central y es la razón por la que en nuestro sistema actual es politícamente imposible reducir la deuda en general. Por ley matemática el sistema monetario basado en la deuda tiene que colapsarse. A medida que la gente pierde la fe en el dinero fiat, la hiperinflación resultante tendrá las mismas consecuencias que un colapso financiero. No se podrá efectuar el pago pendiente de los instrumentos de deuda.

Piensen en lo que pasaría si no pagáramos nuestra deuda. A causa de los intereses acumulados, la deuda crecerá automáticamente y exponencialmente. Por ello, la estructura financiera actual solo es estable si la actividad económica crece a la par con la deuda, para que así la deuda aún esté respaldada por algo (el trabajo del deudor) y no se convierta en deuda «tóxica». En resumen: en un mundo de dinero fiat basado en la deuda siempre habrá deuda, ya que sin deuda no habría dinero. Y como la deuda no se salda, los intereses acumulados nos obligan a crecer al mismo ritmo. 
José Rambla advierte: «Los nuevos piratas tienen poco que ver con los sueños libertarios de Misson y Caraccioli, ni con las piruetas en technicolor de Burt Lancaster. Menos aún con la ingenuidad adolescente de Johnny Deep y su saga caribeña.

Los nuevos piratas son el último resultado de sociedades desangradas como la africana, hundidas por una división internacional del trabajo que las condenó al vertedero, estados fracasados por sus propias élites, países a los que se empujó a fracasar. Ahora, las 800 personas más ricas del planeta acaparan la riqueza que, según los números del BM, le corresponderían a unos 260 millones de personas si el PIB mundial se repartiera de forma igualitaria. Es la cara matemática de la patente de corso con la que nos hundimos a la deriva».

En el mundo sin alma que se nos obliga a aceptar como único posible –nos enfatiza Eduardo Galeano-, no hay pueblos, sino mercados; no hay ciudadanos, sino consumidores; no hay naciones, sino empresas; no hay ciudades, sino aglomeraciones; no hay relaciones humanas, sino competencias mercantiles. Mientras tanto, los deudores luchan para encontrar el interés en otro lugar, pero nunca hay suficiente para todos. Como en un gran juego de sillas musicales, cuando la música se detiene, alguien tiene que quedarse fuera. Ojalá no sea el maraquero en este barco pirata.

[email protected] del libro sociopolítico La Tríada II.

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