Santo Domingo Primada de América: La mas ruidosa y caótica del continente

El reggaetón sale desde el colmado perforando el tímpano. En la sala de «Josefa» en Villa Juana, la mezcla musical retumba como si se produjera allí, estremeciendo ventanas y objetos. «Cuando ellos prenden ahí, uno no puede hablar por teléfono ni ver televisión», vocifera la señora para explicar lo que vive a diario.

Como muchos otros capitaleños, «Josefa» es una víctima del ruido, al sobrevivir bombardeada por la música a alto volumen de un colmado y el «boom boom» de un taller de desabolladura y pintura que tiene de vecino. «Aquí no hay vida», asegura, pero agrega que se tiene que aguantar por falta de dinero para mudarse.

Lo que afecta a la señora se denomina formalmente contaminación sónica, definida como un exceso de sonido que altera las condiciones normales del ambiente en una determinada zona. En las grandes urbes del mundo es el contaminante más frecuente, el cual se refleja negativamente en la salud y la calidad de vida de sus ciudadanos. Según la Organización Mundial de la Salud, casi el 80% de los que viven en ciudades modernas están sometidos a niveles superiores de ruidos de los recomendados.

En la capital dominicana, los problemas en este sentido son graves y en algunas zonas se tornan insoportables al oído humano. Así lo comprobó un diagnóstico realizado por el Ayuntamiento del Distrito Nacional entre 70 colmadones y lugares de expendido de bebidas alcohólicas, previamente identificados en las estadísticas de la Policía Nacional como los más denunciados por ruidos.

De acuerdo con el informe preliminar, al que LoQueSucede tuvo acceso, todos los establecimientos medidos violaban o estaban en el límite permitido por las normas nacionales, que es 65 decibeles durante el día para el área residencial con comercios, y 55 en la noche.

Para que se tenga una idea de la gravedad de la situación, la medida más baja que se obtuvo en el horario nocturno fue 60 decibeles (cinco por encima de los permitidos), y esto ocurrió a una distancia de 40 metros, es decir, a unas 10 casas de la fuente emisora del ruido. En el interior de algunos colmadones estos niveles alcanzaron hasta los 100 decibeles, una cantidad que implica riesgos graves para la salud. Tal fue el caso del Manga Drink, ubicado en Manganagua, que al momento de la medición el decibelímetro marcó 105 decibeles; y la Super Bodega Ovalle, en la Ovando tuvo 100 decibles.

Además de la música a alto volumen de los colmados, los ciudadanos se quejan también de la «bulla» que generan los asiduos a estos centros. En muchas ocasiones, afirman, que el «músicón» que traen los clientes en sus carros y yipetas es más alto que el de los colmados. Ante esta realidad, los dependientes de estos negocios responden «que no pueden controlar lo que pasa en los vehículos de los clientes».

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