Fechada el 24 de julio y firmada por el responsable de la Comisión de Control del PRD recibí una circular reveladora de los niveles de regresión experimentados en el partido de José Francisco Peña Gómez.
Ningún miembro de la organización puede reunirse, asociarse y relacionarse conmigo. Además, se apela al proceso “sancionador” que me expulsó del partido blanco. Por Dios!
Dos elementos cantinflescos. Primero, un texto mal redactado y reventado de faltas ortográficas que retratan de cuerpo entero las taras y deficiencias de gente vinculada al activismo partidario por años, pero con lagunas formativas sin precedentes. De segundo, la escasa vocación de ripostar ideas y visiones encontradas con planteamientos responsables en capacidad de explicar las piruetas ideológicas, pactos políticos con una altísima cuota de ventajas financieras y el desplome electoral en las pasadas elecciones.
Sentí vergüenza ajena. Y no llego a entender a personas que en el tramo final de sus vidas deciden incrementar la dosis de repudio ciudadano debido a su desconexión con franjas que han decidido reorientar el sentido de su militancia y posibilitar nuevos actores llamados a finiquitar el régimen de complicidades que constituyen la materia prima del descrédito de la partidocracia nuestra.
Cree que por vía de una nefasta circular podrán impedir que me mantenga trabajando a favor de devolverle al PRD la energía, vigor y conexión, es perder su tiempo.
Me quedé en la organización porque si algo tengo claro es que 78 años de historia no pueden simplificarse a un centro de negocios donde el sentido de la participación en el actual festín guarda directa relación con “beneficiarios que su única y verdadera vocación descansa en el potencial de genuflexión frente al amo de turno. Lo repetiré hasta el cansancio: la estadía de Miguel Vargas Maldonado controlando las siglas del partido blanco ponen de manifiesto la etapa de mayor degradación institucional. Los resultados están a la vista de todos!
Los compañeros que nos estamos aglutinando alrededor de una corriente, definida como “Por el rescate del PRD” sabemos los obstáculos que intentarán dificultar el tránsito por todos los locales de la organización, y no nos dejaremos provocar ante incidentes y mañas disciplinarias creyendo que nos atemorizan. La verdad es que, hasta los que legítimamente estuvieron en un tramo de la vida partidaria cerca del presidente del partido, reconocen sus desvaríos, carencia de talento político y la fascinación exhibida en hacer una impúdica relación entre sus tareas empresariales y ventajas percibidas desde el Estado.
Las bravuconadas aderezadas con intentos de sanción, obedecen a una lógica de defensa de aquellos que comienzan a sentir el final de su reinado. Otean en el panorama y saben del desprecio, miden los niveles de simpatías en la población y sienten con amargura que el tinglado de dos o tres bocinas junto al dinero distribuido en los medios no pueden reducir sus niveles de rechazo.
En sociedades como las de hoy en día, resulta imposible sostener categorías dirigenciales desterrado del respeto ciudadano. Por eso, apelan a la gracia del poder para preservarse en un régimen de privilegios irritantes que conduce a todo el sistema hacia el descalabro. De ahí, el valor de resistir y empujar la ruta de futuras competencias para que la ira acumulada se transforme en ejercicio civilizado donde la fuerza de los votos liquide genuinos exponentes de la descomposición política. El tiempo está llegando.
La circular enviada a los compañeros planteándole que no se asocien con nuestro esfuerzo democratizador y regenerador el PRD, expresa cómo la idiotez adquiere categoría demencial en gente que, le aterra la idea, de perder la red de privilegios asociados a un modelo de militancia caduco, perverso y estructuralmente desacreditado. Ellos lo saben. Así se explica su desesperación.
