Amarante debe registrarse a sí mismo. Por Sara Perez

Durante la era de Trujillo y establecida como necesaria para la “Seguridad Nacional”, (es decir, por conveniencia del ladrón al frente del Estado) se hizo costumbre que desde el gobierno se vigilara a todo el mundo y que se tomara nota (con consecuencias adversas y, en ocasiones, sangrientas, irreparables y trágicas para los anotados) de cualquier conducta que, según los criterios del vigilante -impaciente y ansioso por parecer indispensable- no se ajustara a lo que la oficialidad había declarado como correcto o conveniente.

Entre las consecuencias de ello se cuenta que una parte de los camareros de restaurantes, barras y cafetines; casi todos los periodistas destinados a la cobertura de noticias policíacas y algunos merengueros, bachateros y comberos fueran calieses del gobierno.

La repulsiva tradición tuvo su primer y único revés a partir del 1978, cuando Balaguer fue desplazado del gobierno y durante la admistración de Antonio Guzmán e, incluso, de Jorge Blanco, el caliesaje de lo privado, como carrera pública, perdió alguna clase de impulso.

Tengo entendido que el Juan Bosch que en el 1963 ganó las elecciones como candidato de lo que entonces era el PRD, fue el primer mandatario dominicano que humilló flagrantemente a los calieses, al negarse a consultar sus informes y no solo en lo relativo a las vidas privadas de la población, sino incluso, en algunos casos, en lo relativo a las reales -no a las inventadas- conspiraciones de algunos sectores contra la democracia que él representaba. En fin…

Recuerdo, como ahora mismo, el testimonio salpicado de carcajadas y de ron y cerveza del finado periodista, magnífico reportero, exquisito narrador, José Labourt: “Cuando se acabaron los 12 años de Balaguer, me entregaron el expediente que el G-2 tenía en archivo sobre mí. Y duré como dos años riéndome de tantos dislates, calumnias, malentendidos, ignorancias y sandeces juntos. Lo único que parecía cierto era el conteo de la cantidad de pelos que tengo en el culo…”

De hecho, desde la Era de Trujillo, no sólo los servicios de seguridad, integrados siempre por unos punchafetes brutísimos, han pasado sus vidas con las narices metidas, ilegal e inconstitucionalmente, en todo lo privado de las vidas de la gente, como si vigilar amores felices o trastornados, preferencias sexuales, canitas en la tierra o al aire, raspadas mediocres, aceptables, exitosas o magníficas y fiscalizar orgasmos de otros, tuviera alguna relevancia para la estabilidad del Estado.

Siempre se han auxiliado de brecheros privados singularmente dotados para esos oficios. Tengo entendido que un tipo llamado Frank Cabral (me parece que no se ha muerto) duró como dos siglos olisqueando nalgas ajenas y vendiendo esos olisqueos al gobierno. Creo que una vez lo metieron preso en uno de los gobiernos de Balaguer, por andar oliendo un trasero equivocado, quizás el del propio Balaguer, que era un consumidor adicto de toda clase de chismorreos.

El asunto es que con los gobiernos del PLD la vigilancia de las vidas privadas de la ciudadanía que es desafecta al régimen se ha fortalecido y perfeccionado. Bueno, a los afectos también los vigilan y entre ellos mismos no se atreven a pestañear ni cuando están unos frente a los otros, porque se conocen.

Fisgonear o brechar jamás ha tenido una categoría tan consagrada como función pública. El medio millón de botellas directas que hay en el gobierno, sin contar a los agasajados de forma indirecta, tienen una deuda que se paga con delaciones, denostaciones y maledicencias

El otro día fue la botella saltapatrás que pusieron al frente del DNI que se destapó con una chorrada sobre sus investigaciones en torno a los participantes en las marchas verdes (que entre todos, no juntan una milésima parte de la cola de él, en CUALQUIER campo que sea la competencia) y ahora es Amarante-No-Sé-Cuántos el de Interior y Policía, quien debía terminar cada día registrándose a sí mismo, antes de sacar un pié de una dependencia pública, por si descuidadamente se lleva algo…

La verdad es que no consigo imaginar por qué estos descerebrados siguen pagando para averiguar los secretos que la gente no tiene inconvenientes en publicar en las redes, especialmente los relativos al repudio a los robos del gobierno.

Ya hasta los únicos datos precisos con los que contaban (según Labourt, la cantidad de pelos en el culo de los vigilados) son informaciones obsoletas, porque mucha gente se depila y lo deja todo completamente pelado…
Bueno, pueden conservar el conteo de los pelos míos, porque aunque artísticamente podados, siguen intactos en sus raíces. Tiempo atrás me hice una depilación brasileña y juré no repetirla jamás, por lo dolorosa. Se hinchó todo. En serio. Hice fotos. Se las voy a enviar a Interior y Policía, por si las necesitan para algo…

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