Amín Abel y toda una generación de posibilidades acribilladas

Si bien es cierto que no se puede vivir del pasado, también lo es que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla, como dice esa frase famosa atribuida a Carlos Marx. De ahí que a veces es justo y necesario recordar y así avanzar al futuro con pies firmes.
Y si de recordar y emular se trata, el nombre de Amín Abel Hasbún y las circunstancias que rodean su asesinato tienen una importancia capital.

Se trató de uno de los dirigentes estudiantiles y revolucionarios más sobresalientes de la historia, quien fue activista izquierdista, de la lucha social y popular, y de cuyo asesinato, en frente de su esposa embarazada de ocho meses y su hijo de dos años, se cumplieron recientemente 47 años.

Su vil muerte, así como la de otros integrantes de los movimientos políticos de esa época y de otras, quienes fueron masacrados, no sólo constituyó un atroz crimen político, sino que implicó el diezmo o exterminación de una clase política diferente, que pudo llegar a dirigir, a gobernar este país.

Sus asesinatos implicaron, no sólo la desaparición física de ellos, sino también de sus concesiones políticas, económicas y sociales; las que estaban impregnadas de democracia, amor al pueblo, equidad y justicia social…. elementos que hacían falta en ese entonces y que aún hoy, en muchos casos, brillan por su ausencia.

Peor aún es descubrir que la impunidad, campante en este país, tampoco ha sido la excepción contra estos crímenes políticos. ¡Todo lo contrario! Llega hasta la insensatez, desfachatez y descaro de tener en una obra como el Metro de Santo Domingo una estación llamada Amín Abel Hasbún y al lado otra llamada Doctor Joaquín Balaguer.

La historia también hay que ponerla en orden y dar a cada uno de los personajes sus motes reales. Los asesinos son asesinos. Los demócratas, demócratas. Los tiranos, tiranos. Los traidores, traidores, y los patriotas, patriotas.

En aras de eso apoyo la propuesta que se ha hecho para que en el país se cree una Comisión de la Verdad que aclare los atropellos, vejaciones de derechos y crímenes de épocas tan funestas como como la tiranía de Trujillo y los Doce Años de Balaguer, que permitiría que este pueblo pueda al menos honrar, a quien honor merece, y juzgar a sus verdugos.

Esto ayudará, inclusive, a que las generaciones más nuevas tengamos referentes. Modelos de liderazgos políticos pulcros, aptos para emular en ese largo camino de construcción de una República Dominicana sin impunidad, donde se castigue la corrupción y se cuente con los recursos y voluntad política para hacerla democrática, justa y equitativa, tal cual la soñaron gigantes como Amín Abel Hasbún.

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