Danibrech: ¿Cómo funciona el marco ideológico de los intelectuales danilistas?. Análisis de Carlos Morel

Una opinión extendida en la opinión pública dominicana es que lo que ha pasado en los últimos días con el caso Odebrecht es señal de que nos movemos hacia un país más institucionalizado, en el que el Estado se ve más capacitado para castigar la corrupción de sus propios funcionarios. Según esa opinión, si bien nos debe preocupar que el Sistema Judicial tenga dificultades y sea inconsistente, también debemos ser pacientes; dicho de otra forma, la vigilancia ciudadana es importante, pero no está llamada a sustituir las instituciones formales del Estado.

Quienes sustentan esta opinión se apoyan en que se debe evitar a toda costa “politizar” la lucha contra la corrupción y, sobre todo, evitar que ella lleve a cuestionar al gobierno del presidente Danilo Medina desde discursos “exagerados, anti-institucionales y desesperados” que solo lograrían enturbiar las cosas. Ese es el punto de vista de algunos intelectuales como bien claro lo describe Nassef Perdomo en un artículo publicado en el periódico Hoy con el título “Arranca el caso de Odebrech”.

El problema con este punto de vista es que limita su objeto de análisis a un entendimiento simplista de las instituciones formales del Estado, como si fueran constructos sociales neutrales en la lucha por el poder, y se sustenta en el paradigma ilusorio de la búsqueda de la transcendencia de la armonía de la vida social. Este pensamiento, en nuestra opinión, es el producto de un enmarcado discursivo peledeísta donde las verdades y las mentiras se convierten en una gran quimera mítica con el poder de hacer que cualquier cosa que pase sea para el beneficio del poder más corrupto que se ha desarrollado en el país desde tiempo de Trujillo. Con una inteligente coordinación de los medios de comunicación, la clase intelectual y cultural, el clientelismo económico y el manejo de la institucionalidad, Danilo Medina ha logrado blindarse de los escándalos de corrupción y del estancamiento socioeconómico del país.

Un ejemplo emblemático de lo que planteo lo fue la lucha por una educación digna (4% para la educación). Este movimiento se puede entender como un triunfo que contribuyó a que el Estado cumpliera su propia legislación al asegurar que al sector educativo se le presupuestara lo que le tocaba. Pero este triunfo desvanece cuando vemos que el gobierno entrante en el 2012 aprovecha el 4% para adjudicarse una victoria mediática y así ser valorado por encima del anterior gobierno peledeísta. Sin embargo, el nuevo presupuesto pasó a ser una forma de fortalecer lazos clientelistas y contratos corruptos como demostró el escándalo de la OISOE. Los principales beneficiados no han sido los niños y jóvenes que dependen de la educación pública, sino un pequeño grupo que parasitariamente se benefician de las inversiones estatales.

Otro ejemplo similar es la forma en que Danilo Medina ha manejado el tema del aborto. Más allá de las observaciones a la ley del nuevo código penal, el Ejecutivo no ha utilizado su inmenso capital político para garantizar el derecho a decidir de las mujeres.  “El Ejecutivo no ha utilizado su inmenso capital político para garantizar el derecho a decidir de las mujeres”.

Sin embargo, sabiendo que tales observaciones no pasarían en la cámara legislativa, el Presidente ha logrado mantener sus lazos y vínculos con las iglesias y sectores conservadores, al mismo tiempo que mantiene un sector liberal-progresista contento con su labor.

De estos últimos algunos ahora acusan al movimiento verde de “abandonar a las mujeres”, o de que la lucha contra la impunidad en el caso Odebrecht facilitó que el Senado no acogiera las observaciones presidenciales frente el aborto, una acusación que tiene poco sentido, ya que por un lado el movimiento verde desde el principio ha conglomerado diversos actores unidos por la lucha contra la corrupción, donde no todos pertenecen a una ideología progresista; y por otro porque durante años el poder legislativo ha votado en contra del aborto en las tres causales y no necesita de ninguna “cortina de humo” para seguir haciéndolo.

Lo que si hacen estas acusaciones es fortalecer la capacidad del presidente Medina y, por consecuencia, del partido gobernante de “estar con Dios y con el Diablo” a la vez, donde la “realidad de los poderes fácticos tradicionales” no le permite cumplir la agenda progresista, a pesar de que esos poderes fácticos no fueron óbice para imponer su reelección o cualquier otro de sus proyectos políticos.

Pero la realidad es que en ambos casos sí han quedado esos poderes fácticos tradicionales contentos, y en el olvido las diversas luchas de la ciudadanía, mientras aparentemente el gobierno queda blindado de ciertas críticas, cuando realmente no hace nada diferente a lo que hicieron los anteriores. Para esto han sido esenciales aquellos que trabajan desde espacios de poder cercanos al gobierno, y que no hacen más que apoyar el estatus quo actual, haciéndole creer a los más ingenuos que Danilo Medina es la salida a ese estatus quo.

¿Y qué pasa con Odebrecht? ¿De esa acción donde importantes dirigentes de los partidos tradicionales están siendo llevados a un juicio sin precedentes? Las dudas que surgen de este caso no pueden ser menospreciadas en lo absoluto, principalmente en un país donde la judicatura ha perdido toda su semblanza de independencia. Estamos hablando de un proceso que empezó con un acuerdo para absolver a muchos de los beneficiados del escándalo de corrupción. Más aún, lo importante del caso Odebrecht es que constituyó un fraude para financiar el proyecto político del partido que nos gobierna, si ese proyecto político se salva simplemente sacrificando algunas fichas, se demuestra que las instituciones estatales están subordinadas y son serviles al grupo de poder que nos gobierna.

Y aquí es donde se levanta uno de los principales mitos que mantiene en el poder al PLD. Que el progreso social se gana poco a poco. Como todo buen mito está basado en una verdad. Los grandes cambios sociales y la mejoría en la funcionabilidad del Estado no pasa de la noche a la mañana. Incluso es verdad que en los procesos políticos hay que hacer compromisos y hacer acuerdos contingentes. Pero debemos preguntarnos si estos compromisos sirven para ir construyendo un mejor país, o si simplemente son pequeños regalos que la estructura de poder existente le da a la ciudadanía para poder mantener su régimen de impunidad y aprovechamiento del Estado.

Aquellos que se quejan, que brincan y patalean sin importar lo que haga el gobierno podrán a veces equivocarse o tomar un rumbo que no logre cambiar el estatus-quo político, pero sigue siendo un esfuerzo por mejorar la calidad de vida en nuestra sociedad.

Ahora bien, los que se conforman y salen a defender al líder de un partido cartel, diciendo que está haciendo lo posible por mejorar el país, no están logrando más que fortalecer la posición del grupo político-económico conservador y autoritario que más poder y riquezas ha concentrado desde la caída de Trujillo.

Esos son los que están al servicio de los poderes fácticos que frenan el desarrollo económico, político y social de nuestro país.

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