El Estado es un botín: el perro de Esopo. Por Leonel Martinez

Al finalizar una guerra los soldados vencedores se apoderaban de todos los bienes abandonados en el campo de batalla, hasta las prendas de vestir y objetos de algún valor monetario eran despojados del cuerpo de los vencidos. Eso constituía “el botín”.

Hoy, aunque no estamos en guerra, los bienes y recursos del Estado son tratados como si fuesen un botín, y muchos de los que durante tres lustros han manejado los dineros y bienes públicos se enriquecen sin el menor pudor.

El presidente Balaguer estaba consciente de esa realidad y trataba de que los funcionarios del gobierno no permanecieran por más de un período en el cargo. Para él no era un secreto que los administradores de los recursos del pueblo salían millonarios del puesto. Y más en un país con pocos controles internos que eviten la corrupción. Sin olvidar que la mayoría de los que se llenaban de pesos luego se convertían en quienes financiaban sus proyectos reeleccionistas.

Contra eso luchó el PLD y Juan Bosch. No olvidemos su álbum de la corrupción. Pero qué ironía del destino, una vez en el poder han duplicado o triplicado en corrupción a todos los gobiernos anteriores. Convirtiéndose en la clase política más adinerada de América Latina.

Por eso ya no son un partido en el sentido estructural y los principios y fines sociales desaparecieron. Los pobres no son su objetivo central, sino la acumulación sin límite de dinero y el Estado como epicentro de los negocios más turbios jamás realizado.

La avaricia de la mayoría de los funcionarios del PLD recuerda la fabula del escritor de la Grecia antigua Esopo, el cual narra la acción de aquel legendario perro que al pasar por un río con un pedazo de carne en su boca, la vio reflejarse en el agua mucho más grande y por pura avaricia soltó la que llevaba agarrada con sus dientes para morder la reflejada en el espejo de la corriente.

Así están los compañeros morados, locos por agigantar más y más su fortuna personal, cuyo volumen parecen ver en pequeño en el espejo de los multimillonarios de cuna.

Por eso no disimulan sus vehículos de lujos ni sus mansiones. Con increíble descaro se exhiben por nuestras calles hasta en Rolls- Royce (automóviles que cuestan 500 mil euros). Mientras el calor de la pobreza de un pueblo despojado de sus contribuciones al erario, le suele empañar los cristales de sus naves.

¿Hasta cuándo soportaremos esta doliente corrupción?  Esta gente ha hecho del Estado un barril sin fondo, un verdadero botín. ¡Ah los perros insaciables de Esopo!

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