El virus de la insumisión. Por César Pérez

Después de la época de las olas de los movimientos gremiales, sindicales y obreros que se insubordinaron contra la explotación capitalista en el Siglo XIX, la más importante ola de insumisión en Occidente fue el llamado Mayo de 1968, iniciado en Francia y extendido en toda esta parte del mundo hasta mediado de los 70. Uno de los elementos más salientes de ese movimiento es que, si bien fue iniciado por estudiantes contra la opresión de la baronía del profesorado, inmediatamente se convirtió en una onda de protesta contra las esclerotizadas estructuras de las instituciones sociales y políticas que servían de base a las formas de dominación en esa época. En general, contra esas mismas estructuras se baten los movimientos de protesta posteriores al mayo francés.

Ese movimiento constituyó una revolución social, cultural y política que demostró que la cultura en sus diversas manifestaciones, la política y hasta las costumbres, en sus dinámicas existen  como sedimentos que lenta e imperceptiblemente van posándose en los diversos segmentos de la sociedad y en determinados momentos políticos/sociales emergen con fuerza, articulándose (no necesariamente amalgamándose) para unir en tiempo y espacio una gran diversidad de fuerzas políticas y sociales como, son los movimientos de protestas. Hobsbawm, resalta cómo los jóvenes la clase media alta anglosajona asumieron como modelo de consumo la música (a veces étnicas), la ropa y hasta el lenguaje de los grupos sociales urbanos de extracción popular.

Los actuales movimientos de protestas son mucho más complejos, en términos de su composición social, étnica y de edad, que los de los años 60/70/80, pero están más informados y centrados que estos últimos, debido al contexto de la gran revolución de los medios de la comunicación en que se desenvuelven. Millones de personas intercambian informaciones y saberes, y a diferencia de otros tiempos hoy están tan o mejor informados que los dirigentes de las estructuras partidarias y de los poderes del Estado, que muchos de sus profesores y que ese nuevo tipo de intelectuales que son los comunicadores de los medios de comunicación. Esos conocimientos permiten una mayor conciencia del atraso, autoritarismo, corrupción e impunidad de quienes controlan dichas estructuras

Esa conciencia impulsa hacia la insumisión a una diversidad de grupos y segmentos de clases sociales contra viejas formas de dirigir los partidos y de controlar el Estado y otras instituciones, radica la fortaleza y potencialidad del Movimiento Verde en el caso de este país, lo cual constituye una oportunidad para darle una direccionalidad política que impida la eventual aparición de cualquier mesías de vocación autoritaria. La presencia en las marchas de una significativa cantidad de gente que son parte de nuestra historia de resistencia al autoritarismo y de la lucha por la libertad, junto a sectores sociales, etarios y políticos que tienen firme voluntad de que este país sea gobernado de otra manera, dan al Movimiento Verde una auspiciosa perspectiva.

Esos factores y la conciencia de que este gobierno, además de corrupto mantiene la cultura represiva en sus órganos judiciales y policiales para reproducirse en el poder, les imprimen una proyección progresista al Movimiento, al tiempo de mantener una propensión a la insumisión que tiende expandirse de manera viral y con mayores niveles de conciencia política. Las marchas de San Francisco de Macorís y la de Azua, a pesar de tener a dos ciudades de menor dimensión que las de Santo Domingo y Santiago, en términos relativos fueron tan concurridas como estas últimas, con la diferencia de que aquellas tuvieron la presencia de mayores sectores populares.

Esa circunstancia, no atribuibles al solo hecho de que Santiago y Santo Domingo tienen una población de mayores ingresos, sino al impacto de la del 22 de enero sobre muchos sectores de vieja militancia política y de sectores poco inclinados a salir a las calles a protestar. También a la pérdida del miedo a la protesta, a la constatación de parte algunos sectores y organizaciones populares y políticas de que el recurso la violencia indiscriminada e irresponsable en las protestas en las calles tiene como efecto perverso sacar la gente de las calles, al miedo de descender a este escenario, por la inveterada tendencia hacia la represión brutal e indiscriminada de los cuerpos policiales.

Son lecciones que se van aprendiendo de este proceso, cuyo discurrir enseña que sólo la activa insumisión contra los corruptos de toda laya puede producir cambios sustanciales en la forma de hacer políticas de una clase política que de la corrupción ha hecho su modo operandi.

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