Es mejor que sea verde y no roja, señor Presidente. Por German Marte

Acostumbrados a los elogios de su muy bien pagado ejército de “machucadores mediáticos”, y renuentes a la más mínima crítica, el presidente Danilo Medina y sus funcionarios han tratado de desacreditar -sin ningún éxito- al movimiento cívico que bajo una bandera verde reclama en las calles el fin de la impunidad.

Los estrategas del Gobierno deberían entender que a quienes más le conviene que las protestas ciudadanas sigan en esa tónica cívica es a ellos mismos.

Deberían comprender que si el pueblo dominicano decidiera cobrarles el daño que le han provocado los corruptos, muchos de sus funcionarios y dirigentes no podrían salir a las calles, ni andar en sus imponentes yipetas, ni dormir tranquilos, ni -como dice Felucho- andar por ahí burlándose de todos, exhibiendo una fortuna mal habida.

Como dijo el fray Santiago Bautista, la gente del Gobierno debe dar gracias a Dios que el pueblo ha escogido este camino.

Que en las marchas verdes contra la corrupción y por el fin de la impunidad no se ha tirado ni una sola piedra, ni se ha quemado una sola goma. Y son miles de ciudadanos los que se suman a este clamor.

Harto ya de tanta corrupción e impunidad, el pueblo dominicano se ha levantado, y ojalá que para siempre, reclamando castigo para los responsables de actos de corrupción, como la estafa de los aviones Super Tucano y los contratos dados a la constructora brasileña, cuyo nombre -Odebrecht- ya es sinónimo de robo y soborno.

El pueblo dominicano parece haberse cansado ya de ver a una pandilla de delincuentes de “cuello morado” que, como dice Felucho -uno de sus dirigentes-, no se conforma con robar desde sus puestos en el Estado, sino que exhiben descaradamente su fortuna al vapor, como quién dice orgulloso: “¡miren lo que me robé!”.

Tantos robos han agotado la paciencia de los dominicanos, y el hastío alcanza a una parte de la élite social y económica que por décadas se había comportado más bien como cómplice de los políticos inescrupulosos, que incluso le hacen competencia desleal desde los puestos que ocupan en el Estado.

No exagero si digo que la corrupción y la impunidad causan repugnancia incluso entre muchos peledeístas serios.
Los principales dirigentes del PLD, salvo contadas excepciones, saben que hoy solo tienen mucho dinero, pues ante los ojos de la sociedad moralmente no valen una guayaba podrida.

Entiendan que la gente está harta de tanta corrupción e impunidad. Por eso ha decidido salir a las calles vestida de verde.

Agradezca señor Presidente que la protesta es verde y no roja como quieren algunos de los suyos, que ven conspiración en cualquier crítica o reclamo cívico.

La marcha del pasado domingo en Santiago, que a juicio de muchos superó la del 22 de enero en la Capital, debería ser suficiente para demostrar la voluntad de un pueblo sediento de justicia, dispuesto a seguir en las calles hasta que los corruptos vayan a la cárcel.

No olvide señor Presidente que el verde es el color de la naturaleza, de la vida y la esperanza, mientras que el rojo es el color de la sangre, la furia, el sacrificio y la violencia. Por casualidad, rojo también es el color de Odebrecht.

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