“!No lo politices!”. Por Fernando Gil

Creo que fue en 2004 cuando comencé a notarlo, quién sabe si es práctica de larga data, lo interesante es que ya se había convertido en moda entre comentaristas de radio y televisión.

Maestros en su uso hay muchos pero tengo que mencionar a Don Álvaro y a Euri Cabral, el primero ampliamente conocido por ser el rey del insulto matutino y el segundo, bueno, es un hombre de dios y de Danilo, ambos desde la universidad de la radio exclaman sin discriminación alguna: “!No lo politices!”.

No importa si es un invitado, entrevistado u oyente que llama a un programa, cada vez que se toca un tema “sensible” según el criterio del entrevistador sale a relucir el no lo politices como si politizar fuera profanar una tumba.

El coro de no lo politices se ha extendido tanto que lo común es censurar o autocensurarse con la frase cuando se trata de algún tema que incomoda al poder. No lo politices está en todas partes, desde asambleas del movimiento social pasando por las universidades donde se supone debería discutirse absolutamente todo, y aunque usted no lo crea el no lo politices se da hasta en los partidos políticos.

Pero, ¿desde cuando los dominicanos nos negamos la oportunidad de opinar sobre algo? ¿Por qué tanto afán en no politizar lo que a secas es tan político? En eso llevamos pila de años y parecemos ya acostumbrados a discutir sobre el vacío.

Politizar sería precisamente salirse de la lógica conservadora del partidismo y no lo contrario, paradójicamente en nuestro país los partidos tanto de derecha como de izquierda se han convertido en espacios de despolitización.“El no lo politices se da hasta en los partidos políticos”

Politizar sería además preguntarse las razones por las que estamos peor que antes si somos el país de América Latina y el Caribe donde más ha crecido la economía. Pero más que todo politizar sería que la ciudadanía se constituya en sujeto político, es decir, recuperar la política para los ciudadanos evitando así su sustitución por falsos representantes o expertos tecnócratas “joseadores” de consultorías.

En nuestra sociedad existe una valoración negativa de la política y una asociación automática de lo político con los partidos, así como nuestro concepto de democracia se limita a un sistema de votación que se da cada cuatro años, terminando la democracia al otro día con la burla del “ganador” frente al “perdedor”.

Por eso creo que el reto que tiene la marea verde y su liderazgo colectivo es asumir un compromiso con una verdadera democracia, que recupere derechos y respeto para todos.

Me preocupa sin embargo que el movimiento verde y toda la gente que de corazón quiere un país sin corrupción ni impunidad asuma la anti-política como respuesta. Esto sería reducir la política a una cuestión moral entre buenos y malos, bordeando y sin llegar nunca a la cuestión del poder y su distribución democrática para el bienestar y el buen vivir de nuestra gente.

Con cientos de miles de personas marchando en Santo Domingo, Puerto Plata, Santiago y ahora en el Sur la ciudadanía deja muy claro su rechazo a una forma de gobernar que ya no nos resulta graciosa, que no cabe en el siglo 21, que ya llegó, a pesar de muchos, demasiado lejos.

Por eso hay que plantear las alternativas que queremos para el presente del país y esto claramente no se logra desde la anti-política o desde posiciones de pureza que a la larga no suman ni solucionan nada.

El movimiento verde no es tan espontáneo como algunos pudieran pensar, más bien es el fruto por acumulación de grandes contradicciones, luchas, frustraciones, desengaños, robo, inseguridad y muerte que han terminado en hartazgo.

El pueblo dominicano de este tiempo viene defendiendo lo suyo desde Los Haitises, el 4% para la educación, Barrick Gold, Bahia de las Aguilas, Loma Miranda, etc., y ahora por supuesto frente al caso Odebrecht. Se trata de la continuidad de la lucha contra las mafias políticas que controlan el Estado.

De ahí que la respuesta a la situación de colapso moral del régimen mafioso impune tiene que ser más política que nunca. En los hombros de la ciudadanía descansa la gran responsabilidad y la gran tarea de constituirse en sujeto y bando político que pugne por la fundación de otro orden democrático, condición de posibilidad para distribuir mejor y de manera más equitativa las riquezas producidas socialmente.

La lucha por el fin de la impunidad es la lucha por el fin de la mafia PLD y la instauración de un gobierno de transición democrática. En ese horizonte todas y todos estamos a una. No nos queda de otra que coronarnos con la victoria.

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