Escrito por: Lic. Julio Eduardo Díaz Sosa, Economista y Financista
Las acciones militares llevadas a cabo por la Rusia de Vladimir Putin, han dejado a los analistas con la conjetura de que estamos en medio del resurgimiento del Fascismo como ideología política y con intenciones imperialistas. Vladimir Putin está liderando la cruzada en contra de los valores de libertad, encarnados de la época de la Ilustración surgida en el Hemisferio Occidental que trajo tanto progreso y desarrollo a la humanidad. Si la visión fascista de Putin triunfa en el futuro, como de hecho viene expandiéndose en los últimos años, podría producir un período de oscuridad para el mundo.
Muchos de los analistas de la Rusia de Putin coinciden que Putin se asemeja a la visión totalitaria de los Estados Fascistas de los años 20 y 30. Tal como sucede en la Rusia de hoy, que se caracteriza por una expresión autocrática fuerte, apelación intensiva a la agresividad, un ultra-nacionalismo a ultranza, un fuerte militarismo y aventurismo geopolítico; control de la economía por parte del Estado para su favor, proteger el capital que está alineado a sus intereses y clara supresión de la sociedad civil para prevenir la disidencia.
El Fascismo Clásico generalmente pretende ser populista, pero atrincherado en un alto grado de desigualdad. Típicamente tuvo como buque insignia a un partido político fuerte y un líder carismático que era considerado un superhéroe, o como en el caso de Japón, un emperador endiosado. Obviamente, hubo diferentes variaciones locales, pero el dictador fascista original Benito Mussolini, proyectaba una imagen ampulosa y gustaba de ser fotografiado con el pecho abierto para enfatizar su hipermasculinidad; Vladimir Putin sigue el mismo guión. Los regímenes fascistas apelan a la tradición, enfatizando la concepción conservadora del rol de las mujeres en la sociedad, el rol que debe jugar la mujer en la sociedad es el de ser madres y amas de casas serviles. Por otra parte, la mayoría de los regímenes fascistas no todos, colaboran de una manera muy estrecha con las instituciones religiosas que son tradicionalmente conservadoras, como muy bien lo hace Vladimir Putin en el día de hoy.
El Fascismo prosperó de una manera parcial, proclamándose como los únicos defensores ante la amenaza extrema en contra de los intereses de la nación, que según ellos encarnaban las minorías hostiles, la intriga de las potencias extranjeras, traidores encubiertos y la influencia de ideologías foráneas. Este es el pan de cada día en la Rusia de hoy, como Mussolini y otros líderes fascistas exitosos en la cima de sus carreras políticas fueron extremadamente populares, como lo es Putin hoy en día, quien es legítimamente popular.
Tal como sucedió con Mussolini, Vladimir Putin dirige una nación con una base económica frágil que tiene un escenario difícil para sostener la ampulosidad de su aparato militar. Sin embargo, Putin tiene algo que Mussolini nunca tuvo, un gran arsenal nuclear.
La Rusia de Vladimir Putin no es el único ejemplo del resurgimiento del fascismo como ideología geopolítica en el día de hoy. China bajo la tutela de Xi Jinping está ciertamente yendo en la misma dirección, y para sustentar su influencia geopolítica cuenta con una fuerte base económica. Recep Tayyip Erdogan gradualmente ha convertido a Turquía en un clásico Estado Fascista, aunque abiertamente más religioso. Viktor Orban en Hungría parece ser un admirador de este estilo, y el régimen militar en Tailandia ha retornado a ese país al tipo de régimen fascista-autocrático que dirigió a ese país en el pasado, con la diferencia que su octagenario y casi moribundo emperador ha sido declarado como la figura imperial santa que llena el espacio del líder carismático con la estampa de héroe que caracteriza a los regímenes fascistas. Existen otros casos, que en igual o menor medida encajan en dicho esquema, como es el caso del régimen de izquierda en la Venezuela de Chávez-Maduro, y tal vez el gobierno militar egipcio dirigido por Abdel Fattah Sisi.
El común denominador de los regímenes fascistas, del pasado y el presente, va más allá del estilo de gobierno y apelación al nacionalismo, sino que rechazan algunas partes de la Ilustración Occidental que ha sido el catalizador del progreso en libertad, crecimiento económico y conocimiento científico, a lo largo de dos siglos.
La Ilustración después de siglos de constante lucha en contra de sus enemigos internos y fuera de Occidente, pareció finalmente haber logrado un éxito sin paralelismo en la historia alcanzado a principio de los años 90, ya que el Fascismo y el Comunismo habían sido derrotados. La mayoría del mundo llegó a la conclusión, que la democracia liberal sustentada en el capitalismo de libre mercado era la mejor manera de dirigir al mundo en esta nueva era. Esa conclusión llevó a muchos a una celebración prematura, como sucedió en el caso del politólogo estadounidense Francis Fukuyama en su obra “El fin de las ideologías,” que llegó a la conclusión que con la caída del Comunismo con fuerza imperial, ya éramos testigos “del fin de la historia,” aseveró Fukuyama.
Por el hecho de que este fenómeno se ha ido esparciendo por el mundo en diferentes modelos, incluso en las democracias más sólidas de Occidente, como en el caso de los Estados Unidos, con el surgimiento de Donald Trump y la similitud demagoga xenófoba de algunos líderes europeos, le da a Vladimir Putin mayor importancia que de la que realmente tendría. Como ocurrió en los años 30, la atracción del Fascismo es amplia y creciente, prácticamente alrededor del mundo. Vladimir Putin puede decir que el encarna un modelo político a seguir para muchos, no solo por encarnar el poderío imperial soviético sino por la combinación de un capitalismo corrupto de Estado.
La gran interrogante es, si Rusia o China serán modelos políticos a seguir a largo plazo, como en su momento fueron Hitler y Mussolini; ¿Cuál es su promesa política y por qué genera tanta apelación a nivel internacional?
Ellos proclaman que es posible disfrutar de los beneficios de las ciencias modernas y la tecnología sin poseer la libertad política, económica, social y personal que son partes fundamentales originales de la Ilustración. Ambos regímenes el Comunista y Fascista hacen la misma aseveración, pero la falta de libertad lesiona la libertad de pensamiento, lo que hace prácticamente imposible a estas ideologías adaptarse a los nuevos desafíos. Sin embargo, para finales de 1940, la Ilustración estaba prácticamente muerta en toda Europa y Asia, y resurgió de las cenizas porque esos ideales sobrevivieron en los Estados Unidos y Gran Bretaña en medio de la guerra más destructiva de la historia la Segunda Guerra Mundial.
Vladimir Putin es de hecho una amenaza grande para los valores democráticos de Occidente, pero podría ser mucho menor si en los Estados Unidos y en Europa, los ideales liberales de la Ilustración fuesen realmente sólidos, pero realmente no lo son. Y es por ello que la influencia de Vladimir Putin se ha expandido, y eso les ha brindado cierto regocijo a los líderes chinos, quienes están dirigiendo a su país en la misma dirección. La misma situación de barco a la deriva y pérdida de fe que vivió Europa en los años 30, que eventualmente catapultó una catástrofe sin precedentes. ¿Qué pasaría si lo mismo llega a ocurrir nuevamente, que nos depara el destino, en quien confiaremos para salvarlo? Creo que la última palabra la tendremos este 8 de noviembre.