OPINIÓN: Ante la tumba de Leopoldo Espaillat Nanita. Por Manuel Núñez

Como  todos los dominicanos que han observado lo que ha sido la vida pública nacional en los últimos cincuenta años, conocía a don Leopoldo Espaillat Nanita. Pertenecía a un entronque familiar excepcional. Era hijo de Ramón Antonio Espaillat Genao, médico militar, que llegó a General y jefe del cuerpo médico y sanidad militar, y de María Teresa Nanita, diputada compiladora del Registro de Leyes, que sirvió de base a los Archivos del Palacio Nacional y a la Procuraduría General de la República, cuyo nombre ya figura en el mármol por ser una de las primerísimas mujeres en asumir responsabilidades de esa índole. Era, como él mismo me dijera en muchas ocasiones, con auténtica devoción de buen hijo,  una adelantada.

Su vida profesional comienza tempranamente al graduarse de Arquitecto en la Universidad de Santo Domingo a los veinticuatro años de edad. Queda magníficamente ilustrada por la realización de proyectos de gran envergadura. Tales como los edificios de  la Secretaría de Salud Pública y  de la Secretaría de Obras Públicas, entre otros. Así como los estudios y las fiscalizaciones de grandes proyectos que le dieron el reconocimiento  a su solvencia profesional por parte del Colegio Dominicano de Arquitectos, Ingenieros y Agrimensores (CODIA), del cual fue fundador y  llegó a presidir en 1964.

La entrada en la historia de don Leopoldo Espaillat Nanita se produce después del golpe de Estado a Juan Bosch, en 1963. Para evitarle al país, los traumas de un gobierno ilegal, Espaillat Nanita, se involucra como auxiliar del Presidente de la Cámara de Diputados, Rafael Molina Ureña, que, a partir de entonces se convertiría en su mentor político,  en una operación conspirativa  para restablecer el orden constitucional. Alejar el vacío de poder.Hacer que la Presidencia fuese asumida por el Vicepresidente constitucional, Segundo González Tamayo. O, en su defecto, que el poder ejecutivo recayera en manos del Presidente del Senado, Casanova Garrido.   Molina Ureña,  siempre estuvo al habla con Juan Bosch que  ya se hallaba en Puerto Rico, y que estaba dispuesto a retornar tan pronto se produjese el cambio de mandos. Pero el contragolpe fracasó. Y por defender la democracia, don Leopoldo Espaillat Nanita fue a dar con sus huesos a la cárcel.  De alguna manera, ya se columbraban  las nubes borrascosas de una guerra civil, y estaba asumiendo su responsabilidad en esos días de triste recordación.

El  24 de abril de 1965  se produjo el derrocamiento del Gobierno de facto de Donald Reid Cabral, y asumió la Presidencia de la República para honrar la legalidad,Rafael Molina Ureña, Presidente de la Cámara de Diputados. Porque el Presidente Juan Bosch, el Vicepresidente González Tamayo y el Presidente del Senado Casanova Garrido, todos estaban exiliados. En esos momentos,  Espaillat  Nanita, era la mano derecha del Presidente Molina Ureña.

Ese gobierno murió por las indecisiones de los militares que se habían comprometidos en apoyarlo. Se doblegaron ante las maniobras de la Embajada de Estados Unidos; luego se asilaron en la embajada de El Salvador; luego se barruntó  el Plan de Fausto Caamaño de establecer una Junta Militar que organizara nuevas elecciones, lo cual constituía una traición al propósito del movimiento de Molina Ureña que era el regreso de Juan Bosch y el restablecimiento del orden constitucional. Le oí a Espaillat Nanita contar, en unas memorias que desafortunadamente no llegó a terminar,  las menudencias del comportamiento tornadizo de aquellos hombres, que luego, actuaron valientemente en defensa de la soberanía nacional; pero, que, al momento de desmadejarse, lo obligaron a asilarse junto Molina Ureña en la Embajada de Colombia.

Desde entonces comienza la intervención en la vida pública de Leopoldo Espaillat Nanita.

Durante el gobierno de los doce años del Presidente Balaguer estuvo en la oposición política representada por el partido en el que militaba su pariente y mentor político,  Rafael Molina Ureña, que era el Partido Revolucionario Dominicano, y cuando llegó al poder, con el Presidente Antonio Guzmán Fernández,   desempeñó los cargos de Secretario técnico de la Presidencia y de Presidente de la  Refinería Dominicana de Petróleo (REFIDOMSA).

Como funcionario público del Gobierno del Presidente Guzmán actuó  con entereza y honestidad, negándose siempre  a ser  marioneta de los grupos económicos, que se proponen, en conciliábulo secuestrar la voluntad de los Presidentes; ponerlos al servicio de su interesado juego. Se convirtió en un blanco de todos esos grupos de poder, que lo veían como un obstáculo a sus propósitos de gobernar sin votos, y tras bambalinas.  Se negó abiertamente a la atribución de obras sin concurso, con el sistema de grado a grado; se opuso, igualmente, a los gastos en intermediación financiera en la contratación de préstamos internacionales; la piñata de los truhanes de cuello blanco; logró, tras negociaciones espinosas con Charles Bludorn,  que se devolvieran al Estado dominicano 38 millones de dólares que se habían desvanecido por el impago de los impuestos.

En esa defensa del interés nacional tuvo que capear la malquerencia de muchos cortesanos del Gobierno del Presidente Guzmán, cuyas miras se hallaban centradas en los negocios. Se opuso al cada vez más creciente predominio del entorno familiar del mandatario y aque el gobierno quedase secuestrado por la Universidad Católica Madre y Maestra, al punto de que se produjo en aquellos años la sustitución del tres veces rector de la Universidad Autónoma, el entonces Secretario de Estado de Educación, Julio César Castaños Espaillat, por un personaje desconocido entonces, también lo sería después, llamado Pedro Porello.

El conciliábulo familiar le exigió al Presidente Guzmán la destitución de Leopoldo Espaillat Nanita. Todos los áulicos que tenían planes de enriquecerse encontraron en Espaillat Nanitaun obstáculo. Era un puente roto por el cual no podía transitar la corrupción. Posteriormente, el Presidente Guzmán que no quería verse privado de los servicios de un consejero honesto, que no era instrumento de intereses privados, lo nombró con muy buenos resultados, Presidente de la Refinería Dominicana de Petróleo

En todo su ejercicio político, Leopoldo Espaillat Nanita, se comportó siempre con lealtad a la soberanía nacional. Siempre entendió que la soberanía política no puede ser ejercida plenamente si no hay o si se menoscaba la soberanía económica.  Por eso era alérgico a los  préstamos internacionales, sin que hubiese un proyecto concreto. Los bandazos que le dio la actividad política, tras los remezones que dentro del mismo PRD que lo llevaron a la derrota de 1986, lo hicieron  renunciar  al partido del cual era uno de sus principales intelectuales y a alejarse de la política de partidos.

 Así era don Leopoldo Espaillat Nanita.

En 1990, cuando publiqué “ El ocaso de la nación dominicana” , obra en la cual me propuse demostrar que la desnacionalización de la mano de obra en la agricultura, en la construcción, en los servicios,  por efecto de las marejadas de inmigrantes ilegales procedente del país con el mayor índice de desempleo del continente, que la embestida diplomática que apoya esa invasión, que las ONG que se han confabulado para privar al Estado dominicano del ejercicio de su soberanía territorial, y traspasarnos los problemas sanitarios, educativos y jurídicos de la población haitiana, constituían la base de la fragmentación de esa soberanía y la mayor amenaza a su unidad y a su identidad nacional.

Todo eso nos llevó a formar con  don Luis Julián Pérez que había publicado un libro injustamente olvidado “Santo Domingo frente al Destino “en 1989, un año antes que el  mío una asociación. De esas reuniones nació el Movimiento Unión Nacionalista.  De esos tiempos datan reflexiones extraordinarias de quien ya para mí sería don  Polín Espaillat.  Alguien dirá cómo era posible que un joven escritor, se rodeara de hombres que tenían la edad de su progenitor. Eran los ideales lo que unía a dominicanos de parcelas divergentes. Allí se hallaban, Raúl Barrientos, Federico Henríquez Gratereaux, Pelegrin Castillo, Giuseppe Rímoli, Jottin Cury,  Abelardo Piñeyro, Pedro Manuel Casals Victoria, Consuelo Despradel, Armando Armenteros,  Miguel Ángel Velázquez Mainardi y su amiga Altagracia Español.

En pocos años, Unión Nacionalista se convirtió en un polo patriótico , todo esto en un país cuyas instituciones superiores: la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la Academia de la Historia y los periodistas más connotados se hallaban poseídos por un relato pro haitiano, fusionista, que había fabricado una conciencia de derrota psicológica y de culpabilidad y que se negaba a defender la continuidad histórica del Estado dominicano, fundado en el ideal duartiano de que entre los dominicanos y los haitianos no era posible la fusión. La enorme tarea que suponía ese hallazgo para Polín Espaillat, la batalla dentro de las fronteras interiores que supone pelear contra el enemigo interior,  consumió los últimos treinta años de su vida.

Todos sus escritos, y fueron muchos sus escritos se hallan impregnados de estos ideales. De elloshabrá  que hacer así confío una publicación para que se conozca su legado y su pensamiento. Para que las futuras generaciones tengan una fuente de Castalia, donde inspirarse en  la defensa de su país. Conservo el recuerdo de su prosa límpida, clara y eficaz, lejos de los discursos embrollados y de la falsa erudición  que se alojó entre nuestros intelectuales a partir de los años sesenta, cuando una buena porción repetía como papagayos los manuales, procedente de China, Cuba y la extinta Unión Soviética.

Ya en manifiestos, en  los artículos, en sus intervenciones en la televisión  y en los foros académicos, Polín fue la voz de la dominicanidad. Su defensa del país, ante el intervencionismo extranjero que desea desembarazarse de gran problema de la liquidación del Estado vecino, transfiriéndole ese problema a República Dominicana ha sido ejemplar; la defensa de los hospitales dominicanos colapsados ante el alud de enfermos y parturientas que invadían esos espacios; la defensa y la protección del estatuto de la identidad nacional, saqueado por la desnacionalización jurídica y la defensa del interés nacional ante la piratería internacional que trata por todos los medios de apoderarse de nuestras riquezas mineras,  envileciendo y chantajeando a la clase política,  ha sido la brújula de su pensamiento. En todos esos temas hemos escuchado la voz altiva y patriótica de don Polín Espaillat. Por eso el vacío que deja su lección de valentía en nuestras vidas es extraordinario.

La defensa de la nación era la lucha por la preservación de su documento de identidad, para evitar que se le arrebate la soberanía al pueblo dominicano. Pueblo que amaba con un amor grande, leal y sin dobleces. Por eso defendió  la Sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional que establecía la frontera jurídica.

Aún recuerdo los gravísimo momentos, cuando, se entrevistó  con el Presidente Balaguer,  en nombre de Unión Nacionalista, acompañado de Miguel Ángel Velázquez Mainardi y Armando Armenteros para comunicarle la existencia del Plan Éxodo que tenía como objetivo establecer   veintidós  campos de refugiados en el territorio dominicano.

En ese esfuerzo de supervivencia nacional, Polín Espaillat, llevó la avanzadilla. Tras la campaña desplegada  para ganar la batalla de la opinión pública, sin la cual resulta imposible ganar una guerra abierta, el Presidente Balaguer le manifestó a Clinton que no permitiríamos el establecimiento de los campos de refugiados, cuya existencia anularía la soberanía de la República. Ese gesto produjo la malquerencia del Presidente Balaguer con los Estados Unidos y la posterior intervención en la crisis de 1994 a favor del candidato opositor en esas elecciones.

El papel desempeñado en aquel punto y hora por Michel Skoll y el embajador Graham demuestra hasta qué punto se hallaba comprometida la suerte de la nación. Al presidente Balaguer le fue recortado el período presidencial a dos años. Además se prohibió que volviera a presentarse a las elecciones de 1996.

El mundo político y buena parte de los intelectuales dominicanos está en una constante conspiración contra los patriotas. En el relato que pervive en las mentes de esos grupos, Polín Espaillat, y todos los que  lo hemos acompañado en esa batalla, somos parte esencialísima del pensamiento conservador. En vista de ello, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, le anuló su contrato de asesor de la Comisión de Energía. Una vergüenza.  

Anular el contrato de la persona  que había hecho la mayor denuncia y la mayor contribución en contra del Contrato de la Barrick Gold. Denuncia y estudio que luego fueron la base de la modificación que posteriormente se hiciera del susodicho contrato,  a comienzos del Gobierno del Presidente Danilo Medina, para que el país recuperase buena parte de los ingresos que le corresponden.

Esa palabra conservador no constituye un insulto. Nosotros queremos conservar el Estado fundado bajo la inspiración de Juan Pablo Duarte, en 1844. Un Estado independiente del influjo haitiano, que, dado su colapso histórico podría destruir todo lo que nos resulta hermoso. Polín Espailat quería conservar la República que otros querían destruir.

A nosotros nos toca defender esta tierra y a este pueblo nuestro y esta independencia que nos dieron nuestros próceres con la sangre en la cintura. La República Dominicana tiene derecho a existir, como Estado independiente, a cultivar su cultura, a proteger sus empleos, a tener sus hospitales y sus escuelas. En esta gran batalla, los verdaderos dominicanos se enfrentan al intervencionismo extranjero, representado por las ONG y a lo que Juan Pablo Duarte, llamó el bando parricida y traidor.

 Muchos ya han caído vencidos por el tiempo. Murió don Luis Julián Pérez, y su legado permanece injustamente olvidado. Murió Miguel Ángel Velásquez Mainardi. Murió Pedro Manuel Casals Victoria. Murió Abelardo Piñeyro.  Murió Altagracia Español. Murió Giuseppe Rímoli. Murió en Santiago el inolvidable Gustavo Casanova. Hoy entregamos a la tierra que amó y lo vio nacer y actuar como hombre de bien a nuestro querido Polín Espaillat Nanita.

 Pero como dijo el general MacArthur: los viejos soldados nunca mueren, simplemente se desvanecen. El nombre de Polín Espaillat permanecerá vivo entre nosotros, mientras exista la República Dominicana, mientras haya dominicanos que manifiesten lealtad al legado de los fundadores del Estado.

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