Gracias a la generosidad mediática, la población espectadora ha sido testigo en días recientes de una feria de declaraciones de un fracatán de empresarios, legisladores, funcionarios, lobistas, bocinas y amplificadores en onda larga, onda corta, por las redes sociales, etc.
Ser leal, simpatizante y partidario de un gobierno es una cosa que no puede llegar al colmo de la brocha plagosa.
Defender a un gobernante es un derecho a respetar, que no debe confundir el defensor al extremo de irse de boca en una apología con saco, corbata y espejuelos.
El PLD ha dado reiteradas demostraciones en sucesivos torneos electorales que le importa un pito la repercusión pública ante un fraude mayúsculo para mantenerse en el poder.
El alboroto que protagonizan en la actualidad las fracciones de la cúpula morada está en la víspera de que le doblen el pulso al “leonelismo”, según comentan en círculos “danilistas”. Y viceversa.
En la acera contraria, la oposición inofensiva continúa postulando por “llevar” al oficialismo a poses con maquillaje o a simulacros que nunca respetarán.
“Lo malo de esto es lo bueno que se está poniendo”.
Si en medio de una conversación callejera o casera se escucha la pregunta de que “¿a dónde va la Marcha Verde?” responda francamente que usted no sabe, pero que tampoco sabe si el futuro del pueblo radicará a partir de unas elecciones que pasen por primarias o secundarias.
Esa pregunta del rumbo de la Marcha Verde quien teme responderla es el Palacio, con primarias o secundarias. Ese proceso del preámbulo electoral nacional no figura en la trayectoria que todavía falta por recorrer al pueblo dominicano por un futuro de dignidad y de justicia social.
Pese a que algunos auspician continuismo fáctico en ese profundo movimiento social, mientras tanto no se deje embaucar con primarias ni secundarias.