OPINION: Intentos de un tercer mandato presidencial consecutivo no son exclusivos de RD. Por Julio Díaz Sosa

El modelo democrático que se toma como estandarte para las democracias representativas en América Latina es el de los Estados Unidos. Sin embargo, en el coloso del Norte el tema de la reelección estuvo en el centro del debate por más de siglo y medio, dicho debate se remonta hasta la Convención Constitucional de 1787, que redactó la Constitución de los Estados Unidos de América. Muchos delegados que participaron en esa Convención, incluyendo a Alexander Hamilton y James Madison, propugnaban por la tesis de la reelección indefinida para el presidente de los Estados Unidos, mientras que otros abogaban por colocar límites al mandato presidencial. George Mason delegado que representaba al estado de Virginia se opuso tajantemente a la reelección indefinida, ya que, según él sentaba las bases para la perpetuidad en el poder de una monarquía refrendada por el voto popular. El primer borrador de la Constitución de los Estados Unidos estableció un límite al ejercicio del poder con un único mandato de 7 años.  En última instancia, los constituyentes aprobaron mandatos de cuatro años sin restricciones en la cantidad de tiempo que una persona podría servir como presidente.

Aunque fue rechazado por la Convención Constitucional de 1787, el concepto de límites de mandatos presidenciales se mantuvo durante las presidencias de George Washington y Thomas Jefferson. Cuando su segundo mandato entró en su último año en 1796, George Washington estaba agotado por los años de servicio público, y su salud había comenzado a deteriorarse. También se sintió molesto por los implacables ataques de sus oponentes políticos, que se habían intensificado después de la firma del Tratado de Jay (fue un tratado firmado en 1795 entre los Estados Unidos y Gran Bretaña que evitó la guerra, y que resolvió los problemas que quedaban desde la firma del Tratado de París de 1783 que puso fin a la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos; y facilitó diez años de comercio pacífico entre los Estados Unidos y Gran Bretaña en medio de las guerras revolucionarias francesas, que comenzaron en 1792). George Washington creía que había logrado sus principales objetivos como presidente. Por estas razones, decidió no presentarse a la reelección para un tercer mandato, una decisión que anunció a la nación a través de un discurso de despedida en septiembre de 1796. De igual manera, once años más tarde, cuando Thomas Jefferson se acercaba al punto medio de su segundo mandato, escribió lo siguiente: «Si alguna terminación a los servicios del magistrado principal no está fijada por la Constitución, o no es proporcionada por la práctica, su cargo, nominalmente durante años, de hecho, se hará de por vida; y la historia muestra cuán fácilmente se degenera en una herencia.«

Debido a estos ejemplos temprano de «desprendimiento» por parte los padres fundadores de los Estados Unidos en el ejercicio del poder han llevado a argumentar a muchos historiadores y científicos políticos, que la decisión de George Washington sentó el precedente de dos mandatos consecutivos que servía como un mecanismo de control vital para cualquier persona, o la presidencia en si misma, para evitar la acumulación desmedida de poder. Se propusieron numerosas enmiendas dirigidas a cambiar el precedente informal en ley constitucional en el Congreso a principios del siglo XIX, pero ninguna fue aprobada. Tres de los siguientes cuatro presidentes después de Jefferson, James Madison, James Monroe y Andrew Jackson, cumplieron dos mandatos, y cada uno se adhirió al principio de dos mandatos; Martin Van Buren fue el único presidente entre Jackson y Abraham Lincoln que fue nominado para un segundo mandato, aunque perdió las elecciones de 1840, por lo que sólo cumplió un mandato. Antes de la Guerra Civil, los Estados miembros redactaron la Constitución de los Estados Confederados de América, que en muchos aspectos era similar a la Constitución de los Estados Unidos, pero un cambio limitaba al presidente a un solo mandato de seis años (como el caso de México en la actualidad).

A pesar de la fuerte tradición de dos mandatos, unos pocos presidentes anteriores a Franklin Roosevelt intentaron obtener un tercer mandato. Tras la victoria de la reelección de Ulises Grant en 1872, hubo discusiones serias en los círculos políticos republicanos sobre la posibilidad de que se postulara nuevamente en 1876. Sin embargo, el interés en el tercer mandato de Grant se evaporó a la luz de la opinión pública negativa y la oposición de los miembros del Congreso, y, por ende, Grant dejó la presidencia en 1877, después de dos mandatos. Aún así, a medida que se acercaban las elecciones de 1880, buscó una nominación para un tercer período (no consecutivo) en la Convención Nacional Republicana de 1880, pero perdió por un estrecho margen del representante por el Estado de Ohio (único representante hasta el momento en convertirse en presidente de los Estados Unidos), James Garfield, quien ganaría las elecciones de 1880.

Para las elecciones de 1888, el presidente Grover Cleveland (primer demócrata en llegar a la Casa Blanca desde el inicio de la Guerra Civil), perdió las elecciones de ese año del republicano Benjamín Harrison. Sin embargo, volvió a ostentar la candidatura demócrata para las elecciones de 1892, y derrotó al propio Harrison, para convertirse así, en el primer y único presidente de los Estados Unidos con dos mandatos no consecutivos. Asimismo, se convirtió en el primer presidente de los Estados Unidos en aspirar tres veces de forma consecutiva a la primera magistratura del gigante del Norte.

Teddy Roosevelt accedió a la presidencia el 14 de septiembre de 1901, luego del asesinato del presidente William McKinley, en la ciudad de Buffalo en el estado de Nueva York (194 días después de su segundo mandato), y posteriormente fue elegido para un mandato completo en 1904. Aunque se negó a buscar un tercer mandato (el segundo completo) en 1908, Roosevelt buscó uno de cuatro años después, en la elección de 1912, donde perdió ante Thomas Woodrow Wilson. El propio Wilson, a pesar de su mala salud después de un ataque cerebro vascular, aspiraba a un tercer mandato. Muchos de los asesores de Wilson intentaron convencerlo de que su salud no permitía otra campaña, pero Wilson, sin embargo, pidió que su nombre fuera nominado para la presidencia en la Convención Nacional Demócrata de 1920. Sin embargo, los líderes del Partido Demócrata no estaban dispuestos a apoyar a Wilson, y finalmente la nominación fue para James M. Cox, quien perdió ante Warren G. Harding. Wilson nuevamente contempló postularse para un tercer término (no consecutivo) en 1924, ideando una estrategia para su regreso, pero nuevamente careció de apoyo; murió en febrero de ese año.

Franklin Delano Roosevelt pasó meses antes de que la Convención Nacional Demócrata de 1940 se negara a declarar si buscase un tercer mandato. Su vicepresidente, John Nance Garner, junto con el director general de correos James Farley, anunciaron sus candidaturas para la nominación demócrata. Cuando llegó la convención, Roosevelt envió un mensaje a la convención, diciendo que se postularía sólo si se seleccionaba, y que los delegados podían votar por quien quisieran. Este mensaje se interpretó en el sentido de que estaba dispuesto a postularse, y posteriormente fue nominado en la primera votación de la convención. Más tarde, durante las elecciones presidenciales de 1940, Roosevelt ganó una victoria decisiva sobre el republicano Wendell Willkie, convirtiéndose en la primera persona, y hasta la fecha, en superar los ocho años en el cargo. La decisión de Roosevelt de buscar un tercer mandato dominó la campaña electoral de ese año. Willkie se postuló contra la reelección presidencial indefinida, mientras que los demócratas citaron la Guerra en Europa como una razón para romper con el precedente.

Cuatro años después, Roosevelt se enfrentó al republicano Thomas E. Dewey (gobernador del Estado de Nueva York), en las elecciones de 1944. Cerca del final de la campaña, Thomas Dewey anunció su apoyo a una enmienda constitucional que limitaría a los futuros presidentes a dos mandatos. Según Dewey, «cuatro términos, o dieciséis años (una referencia directa al mandato del presidente en cuatro años), es la amenaza más peligrosa para nuestra libertad jamás propuesta.» También planteó discretamente el tema de la edad del presidente. Roosevelt, sin embargo, pudo exudar suficiente energía y carisma para retener la confianza del público estadounidense, que lo reeligió para un cuarto mandato.

Roosevelt falleció 82 días después de haber iniciado su cuarto mandato, el 12 de abril de 1945. La presidencia la asumió su presidente Harry S. Truman. En las elecciones de medio término de 1946, los republicanos tomaron el control del Senado y de la Cámara de Representantes. La Cámara de Representantes tomó medidas rápidas y aprobó una propuesta de enmienda constitucional (Resolución Conjunta de la Cámara de Representantes 27), que establecía un límite de dos mandatos de cuatro años para los futuros presidentes. Dicha iniciativa, fue introducida por Earl C. Michener, la medida fue aprobada 285-121, con el apoyo de 47 demócratas, el 6 de febrero de 1947. Mientras tanto, el Senado desarrolló su propia propuesta de enmienda constitucional, que inicialmente difería de la propuesta de la Cámara al exigir que se presentara la enmienda, a las convenciones de ratificación del estado para la ratificación, en lugar de a las legislaturas estatales, y al prohibir a cualquier persona que haya servido más de 365 días en cada uno de los dos mandatos del servicio presidencial. Ambas disposiciones se eliminaron cuando el Senado completo asumió el proyecto de ley, pero se agregó una nueva disposición. Sin embargo, el proyecto presentado por Robert A. Taft, aclaró los procedimientos que rigen el número de veces que un vicepresidente que asumió la presidencia podría ser elegido para el cargo. La propuesta enmendada fue aprobada 59-23, con 16 demócratas a favor, el 12 de marzo del mismo año.

Varios días después, la Cámara aceptó las revisiones del Senado, y el 24 de marzo de 1947, la enmienda constitucional que imponía limitaciones a los presidentes futuros se presentó a los estados para su ratificación. El proceso de ratificación de la Enmienda 22 se completó el 27 de febrero de 1951, 3 años, 343 días después de que se envió a los estados.

En el caso específico de la República Dominicana, luego del debate suscitado por el intento fallido del presidente Danilo Medina de reformar la Constitución de la Republica para repostularse para un tercer mandato consecutivo, enciende las alarmas, de que la Constitución del país debe poseer mecanismos de modificación mas rigurosos. Es menester, que de ganar la oposición política (Partido Revolucionario Moderno), las elecciones del 2020, debe realizarse una reforma constitucional para colocarle los candados a los que hizo referencia el expresidente Leonel Fernández en su alocución del 25 de mayo de 2015. Esos candados incluyen los artículos 270, 271 y 272 de nuestra Carta Magna, el expresidente Fernández sugirió que se debe establecer una mayoría que representen las 3/4 partes de los miembros de la Asamblea Nacional, para poder llevar a cabo una reforma constitucional. De esta forma, se necesitaría un consenso casi unísono de la sociedad representada en el Congreso para poder llevar cualquier modificación a la Carta Magna.

Asimismo, creemos que el artículo 124 de la Constitución dominicana que versa sobre el mandato presidencial debe permanecer intacto, al igual que el transitorio, ya que si un presidente pierde su intento de reelección para un segundo mandato no debe aspirar jamás. Esa sería la diferencia con la Enmienda 22 de la Constitución de los Estados Unidos, que sólo limita al presidente a dos mandatos presidenciales, no importa si el incumbente pierde las elecciones. Por ejemplo, el expresidente James Earl Carter (Jimmy), perdió las elecciones de 1980 de Ronald Reagan, por ende, agotó un solo mandato presidencial. Por tal razón, el expresidente Carter está habilitado constitucionalmente para optar por otro mandato presidencial.

Si la República Dominicana quiere que se fortalezca el Estado de Derecho y la institucionalidad democrática, y que surja un nuevo liderazgo, la próxima reforma constitucional debe ponderar los puntos expuestos anteriormente.  

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