OPINIÓN: La acusación de traición contra Donald Trump no tiene fundamento jurídico. Por Julio Díaz Sosa

Después de realizar su encuentro con el líder ruso Vladimir Putin, el presidente estadounidense Donald Trump fue acusado de traición por los medios de comunicación de su país, por haber expresado que confía en las palabras del presidente ruso de que su país no intervino en las elecciones presidenciales estadounidenses del 2016. De esa forma, contradiciendo las opiniones de los organismos de inteligencia de su país, de que si hubo una intervención del Gobierno ruso de forma directa en las elecciones presidenciales de 2016 donde el presidente Trump derrotó a su rival demócrata Hillary Clinton. La interrogante que surge sobre estas declaraciones es la siguiente: ¿El presidente Trump cometió un acto de traición a la nación estadounidense por emitir esas declaraciones? La respuesta jurídica a dicha interrogante es no, a continuación vamos a proceder a explicar el porqué de esta afirmación.

De acuerdo con los preceptos constitucionales estadounidenses, el término traición está estrictamente definido en la Constitución estadounidense, y este ha sido aplicado en pocas ocasiones en la historia. Los padres fundadores decidieron definir el término traición de una forma bien definida y estrecha basados en las antiguas leyes inglesas, y con el propósito de evitar que este fuera utilizado como maniobra política para quienes ostentan el poder pudiesen destruir a sus adversarios políticos.

El artículo tres de la Constitución estadounidense en su sección tres, dice lo siguiente: «La traición contra los Estados Unidos consistirá únicamente en imponer la guerra contra ellos o en adherirse a sus enemigos, brindándoles ayuda y consuelo. Ninguna persona será condenada por traición salvo que cuente con el testimonio de dos testigos de la misma ley abierta o de confesión en audiencia pública.»

Las leyes estadounidenses que rigen el marco jurídico del país, aún son más estrictas en la praxis. Los enemigos de los Estados Unidos están legalmente definidos de la siguiente manera: «Un enemigo de los Estados Unidos es aquel que le declara la guerra o está activamente peleando.» En el caso específico de la Rusia de Vladimir Putin, esta no entra en ninguna de las categorías anteriormente puntualizadas. Tal vez, el único país en la actualidad que entra en esa categoría es Corea del Norte, ya que la guerra entre ambos países nunca ha sido finalizada oficialmente.

Incluso la antigua Unión Soviética legalmente no fue considerada una enemiga de los Estados Unidos, ya que no había un estado de guerra en curso. Aunque los Estados Unidos levantaron cargos de espionaje a un grupo de personas, entre los más destacados se encuentran los casos de los espías ejecutados Julius y Ethel Rosenberg. Sin embargo, ningún ciudadano estadounidense fue imputado con cargos de traición durante la era de la Guerra Fría.

De acuerdo a las leyes estadounidenses existentes, es permisible decir cosas malas sobre el Gobierno, instituir políticas dañinas o incluso anteponer los intereses de otras naciones al de los Estados Unidos. Los tratados internacionales firmados por los presidentes de Estados Unidos, por ejemplo, son algunas veces más beneficiosos para otros países o posiblemente perjudiciales para los intereses estadounidenses. Muchos analistas argumentan que los Estados Unidos podrían estar en Guerra con Rusia, sí se decide redefinir, el término traición estipulado en la Constitución estadounidense, sí se incluye el término «guerra cibernética,» ya que los rusos han sido acusados de vulnerar el sistema electoral estadounidense robando datos para tratar de desvertebrar el voto.

Ese tipo de reformas a la definición de traición en las leyes estadounidenses, no tendrá ningún respaldo jurídico, ya que la Suprema Corte, tendrá mayoría conservadora, y por tal razón son jueces alineados con la filosofía del originalismo jurídico, que está basado en la defensa de la interpretación original de la Carta Magna. Aunque existen varios legisladores de ambos partidos que estarían dispuestos a expandir dicha definición, lo cual podría convertirse en una cacería de brujas en el futuro por razones meramente políticas.

Históricamente, aquellos que ostentando el poder han tratado de tergiversar el término para utilizarlo como arma política, incluso aquellos que fueron firmantes de la Constitución estadounidense proclamada el 17 de septiembre de 1787. Se dice que en privado el presidente George Washington catalogaba muchas de las acciones de sus oponentes de traición. Para finales de la década de los 1790, los dos principales partidos políticos que dominaban la escena política estadounidense en la época, que eran el Partido Federalista y el Partido Demócrata Republicano. El Partido Federalista terminó disolviéndose en el año 1824, para luego constituirse en el Partido Nacional Republicano, que a su vez se disolvió en 1833, para luego constituirse en el Partido Whig, que luego se disolvió en 1856, que más tarde terminó convirtiéndose en lo que hoy es el Partido Republicano. Ambos partidos políticos intercambiaron entre si cargos de traición, a medida que la política se tornaba más enconada, dando lugar a los famosos actos Sedición, que eventualmente fueron derogados.

De hecho, las primeras condenas por traición en la historia de los Estados Unidos fueron descaradamente políticas. Dos hombres fueron declarados culpables después de la llamada Rebelión del Whiskey en Pensilvania en 1794, que fue básicamente una protesta de los agricultores contra los impuestos pecadores sobre el alcohol.

El caso más famoso fue el del Vicepresidente Aaron Burr que fue absuelto de los cargos de traición en 1807, después de que fue acusado de conspirar para robarse unas tierras obtenidas a través de la adquisición de Luisiana. Sorprendentemente, la Guerra Civil no produjo cargos de traición. Prácticamente todos los sureños obtuvieron la amnistía. Los Estados Unidos, incluso retiró los cargos de traición contra el presidente confederado Jefferson Davis después de pasar dos años en prisión.

En ese mismo tenor, durante tres años, la administración del presidente demócrata Woodrow Wilson encarceló a miles de estadounidenses, censuró a los medios y deportó a muchos inmigrantes acusados de socavar el esfuerzo bélico. La polémica ley expiró después del final de la Primera Guerra mundial. Después de la Segunda Guerra mundial, la mujer japonesa-estadounidense conocida como «Rosa de Tokio» fue declarada culpable de traición en lo que fue el juicio más costoso en la historia de los Estados Unidos hasta ese momento. Ella había transmitido propaganda durante la guerra alentando a los soldados estadounidenses a rendirse. Su condena fue revocada más tarde debido al manejo del debido proceso.

Finalmente, la última persona acusada de traición fue Adam Yahiye Gadahm, un estadounidense que se unió a Al-Qaeda a principios de la década del 2000. Aunque Al-Qaeda no es un Estado y Washington nunca declaró oficialmente la guerra, los Estados Unidos encontraban en un virtual estado de guerra con la organización islámica.

Vemos como a través de la historia, el término traición ha sido utilizado como arma de destrucción política por quienes ostenta el poder en los Estados Unidos para eliminar políticamente a sus opositores, y recientemente ambos partidos del espectro han utilizado esa arma para minarse políticamente. En el 2012 el presidente Barack Obama fue acusado de traición por los políticos y medios conservadores por su acercamiento con el líder ruso Vladimir Putin después de su eventual reelección presidencial para negociar algunos acuerdos con el líder ruso. Las acusaciones sin fundamentos legales de traición contra el presidente Trump forman parte del arte de la guerra que es la política.

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