OPINION: La desnacionalización dominicana. Por Damián Arias Matos

Manuel Núñez, intelectual, académico y una de las mentes más preclaras del pensamiento dominicano contemporáneo, publicó en 1990 su obra crítica, El Ocaso de la Nación dominicana. Advertía en ella, como tesis principal, la amenaza que la pérdida de la identidad dominicana, constituía para el proceso llamado la desnacionalización, ante la presencia creciente de la invasión pacífica y sostenida desde la República de Haití. Así, dicho en términos sencillos.

El escenario prospectivo dibujado en el opúsculo del Profesor Núñez, no dejó de producir reacciones de asombro y la sospecha de que el mismo estaba alarmando a la conciencia nacional no adormecida, y tratando de agredir molinos de viento imaginarios. Trascurridos veinticinco años, cabe preguntarse si el autor tenía razón o si por el contrario todo se redujo a aspavientos intelectuales.

Por estas fechas y aunque suene chovinista o destemplado, asistimos al cumplimiento de las tesis contenidas en ese libro. El proceso de absorción o disolución de la nación dominicana, ya sea por ósmosis o por invasión fetal sostenida, ya había comenzado en los noventa tempranos, con todo y los nacionalismos de Balaguer. Ahora se están viendo los frutos de aquellas calenturas geopolíticas.

Es ineludible e inevitable la cohabitación de la nación dominicana con la haitiana en unas sola y misma expresión geográfica. Esa especial condición y situación marca nuestra política exterior y la necesidad de enfrentar los retos comunes y los propios, dentro de las necesarias estrategias de gestión geopolítica de Haití.

Esa visión escapa y está por encima de los sahumerios neo nacionalistas y también está por encima de la claque de ambos lados de la frontera virtual y porosa que nos separa, a quienes les resulta rentable el desorden y el caos e informalidad en las relaciones binacionales.

El proceso de balcanización ha comenzado hace tiempo por medos no bélicos. La desnacionalización ataca por necesidad a esa visión weberiana del estado, de una población, un territorio y un gobierno. Ahora el enfrentamiento no es contra los poderes nacionales tradicionales, sino con la creación e incremento de una supuesta tercera nacionalidad a quienes los gestores internacionales denominan apátridas. Es decir los que no tienen patria.

Sin embargo los hijos de nacionales de otros países nacidos en suelo dominicano, hijos de personas en condición de ilegalidad o no, conservan su condición de nacionales haitianos, conforme su propia constitución y conforme a la no inclusión del jus soli en la Constitución dominicana. Tienen su patria, Haití. Aunque esta les niega la expedición de algún documento de identidad, para mantenerlos en una especie de limbo.

El blanco del proceso no es el estado nacional, sino la nación integralmente concebida. Puede seguir el uso de los símbolos nacionales y el sentimiento de pertenencia a la colectividad nacional, sin embargo en términos reales avanza y se fortalece un proceso de desnacionalización interna.

La población, primer elemento de Weber, se entremezcla y difumina, el territorio ocupado pacíficamente se posee igual que el que se toma por medios bélicos, y el gobierno pierde su identidad y soberanía y tiende a confundirse uno en el otro, con la subsecuente pérdida de respeto por los actos del ejecutivo.

Todos estamos de acuerdo de que con la llegada de la globalización y el mundo unipolar, las nociones de Estado y soberanía, se han visto atacadas y cuestionadas por el peso de la ley y los tratados internacionales, la soberanía está seriamente constreñida por los compromisos y la formación de coaliciones, y se ha pasado, de la geopolítica bilateral bajo el paraguas del consenso de Washington, a la diplomacia de cumbres y portaviones.

Con tal escenario contemporáneo la libre determinación de los pueblos se hace utópica por necesidad, mientras se busca agradar al llamado orden internacional y se pretende evadir medidas de ecopolítica adversas como los bloqueos comerciales. Además del descrédito construido porlas campañas sucias emanadas de ongs que defienden Haití, pero nunca han pisado Haití y ni han construido una letrina allí para prevenir la propagación del cólera.

En Haití pude contar, en trabajos conjuntos con la MINUSTAH, la presencia de cerca de tres mil organismos no gubernamentales que intervienen allí, la mayoría de ellas formadas por un solo hombre con una gorra y un enorme carnet impreso colgado del pecho.

El mundo geopolítico actual se ha poblado de actores no formales. La teoría clásica del conflicto se reducía a dos actores nacionales y a los sumo tres por la injerencia o la atracción hacia un paraguas ideológico determinado. Ahora cada conflicto se hace cada vez más complejo por la intervención de actores formales e informales. Poderes y organizaciones nacionales e internacionales, gubernamentales y no gubernamentales, todo expuesto a los escarceos de los analistas internacionales y los constructores de la opinión pública, nacional e internacional.

La interdependencia entre los dos estados se ha hecho cada vez más compleja. Mientras que dos renglones fundamentales de la economía y el desarrollo de cualquier nación, producción de alimentos y construcción de infraestructura, siguen estando en manos haitianas.Mientras tanto avanza indetenible la estrategia de desnacionalización presentada por el profesor Núñez, hace ya un cuarto de siglo.

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