OPINION: La naturaleza del triunfo de López Obrador. Por Robert Cabral

La coalición mexicana Juntos Haremos Historia, que postulo a la presidencia a Andrés Manuel López Obrador, y gano las elecciones, recogió en su camino a personajes de todo tipo de creencias ideológicas y religiosas, protagonistas de notables controversias que cambiarán la conformación del Congreso.

«Un triunfo de la coalición de López Obrador cambiará la configuración del Congreso, y si se suman los perfiles de las otras alianzas asistiremos al fin del sistema de partidos como lo conocimos en los últimas tres décadas», dice el politólogo Carlos Heredia, del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE).

La coalición es encabezada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) un partido «hecho a la medida de López Obrador», luego de escindirse del Partido de la Revolución Democrática (PRD, centroizquierda), que había respaldado sus dos candidaturas presidenciales anteriores, en 2006 y 2012.

El carismático dirigente también ganó las elecciones a jefe de gobierno de la Ciudad de México en el año 2000, antes de su primera contienda presidencial.

Además de Morena, y del más radical Partido de los Trabajadores, la coalición Juntos Haremos Historia sorprendió al mundo de la política nacional al sumar al Partido Encuentro Social, una organización de derechista de base religiosa evangélica, creada en 2006.

Migración desde la «mafia del poder»

A la coalición que respalda a López Obrador se han sumado dirigentes sindicales de la industria minera y la educación, cuestionados por corrupción, así como líderes de los partidos como el Revolucionario institucional (PRI, gobernante) y Acción nacional (PAN, centroderecha).

Sus seguidores afirman que conformar una coalición amplia se justifica ante la necesidad de lograr el respaldo mayoritario en el Congreso, necesario para promover las reformas sociales y económicas que requiere la transformación de México.

Una nueva correlación de fuerzas en el legislativo es requerida para crear una alianza en favor del presidente y los cambios que promete.

Desde 1997 ningún partido ha tenido mayoría legislativa, y tres formaciones, el PRI, el PAN y el PRD, han tenido que negociar los acuerdos de refirmas, como el Pacto por México acordado en los primeros meses del gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018).

El candidato afirma que basta con recuperar los recursos del erario que se van hacia la corrupción, que él estima en 25.000 millones de dólares, para apalancar los programas sociales de salud, educación y vivienda.

Pero al mismo tiempo, López Obrador ha propuesto una amnistía para los mandos medios del narcotráfico, no a sus líderes, y que no perseguirá a sus antecesores por denuncias de corrupción, como el propio Peña Nieto.

López Obrador prometió encabezar la «cuarta transformación histórica» del país, después de la independencia de España, la guerra de reforma que separó a la Iglesia Católica del Estado en el siglo XIX, y la Revolución Mexicana de principios del siglo XX.

AMLO demostró ser «un hombre divertido, que se avienta bromas en contra, que saca el lado chusco de las circunstancias adversas, que tiene un gran sentido del humor». AMLO se define a sí mismo como «terco y radical», mientras su principal estratega declinó ofrecer una definición ideológica: «no le voy a poner adjetivos, ni reformador, ni radical, ni modernizador o conservador».

AMLO nació en 1953 en el pueblo tropical de Tepetitán del estado petrolero de Tabasco (sudeste), estudió ciencias políticas en la Universidad Nacional Autónoma de México, de 1973 a 1976, pero se graduó una década después en 1987, poco antes de abandonar al gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), en el cual militó casi una década desde 1976.

La otra promesa consiste en «cortar privilegios en las áreas en que ha habido abusos en la función pública, por razones históricas, que enfrentará con austeridad republicana, con la defensa y protección de quienes denuncien esos abusos en el Gobierno».

Al igual que pasa en otros países latinoamericanos, el caso de los sobornos pagados por la constructora brasileña Odebrecht acapara la atención en México, sobre todo en torno al financiamiento de la campaña de Peña Nieto en 2012.

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