OPINIÓN: La política, entre el carnaval y el circo. Por Bonaparte Gautreaux

Carlos Marx dijo “La historia se repite, primero como una tragedia, y luego como una farsa”. Ello permite la creación de un escenario que defina la política como una práctica entre el carnaval y el circo, entre el ejercicio de la mentira y la práctica del incumplimiento de las reglas de juego dentro de los propios partidos.

En el carnaval de las actividades partidarias se realiza toda suerte de diabluras con el fin de obtener candidaturas, en muchos casos gestionadas en favor de personas cuyas cualidades, cuyas condiciones, no ameritan la participación de ese ciudadano en certámenes electorales.

Es cierto que la mejor democrática de que una persona obtenga un puesto público, es mediante la elección en comicios organizados, en los cuales se respeten las leyes, los reglamentos, las disposiciones estatutarias de los partidos.

Pero he ahí que surgen como candidatos a la postulación para determinados puestos electivos, ciudadanos cuya vocación de servicio por la comunidad nunca existió hasta que, de pronto, aparecen con un saco de dinero para avasallar y algunos hasta reparten, como lo hizo el folklórico y sempiterno Senador por La Altagracia, quien lanzaba piezas de salchichón desde un vehículo a las personas que lo seguían.

Aunque Amable Aristy Castro nunca lo haya pensado, arrojar esos salchichones a la masa era una forma de desprecio, más que una gracia, aunque mucha gente se reía de su acción en la cual, en vez de sacar una paloma o un conejo de una chistera, se burlaba del hambre que sufre el pueblo y de la falta de políticas para crear empleos y trabajos para los ciudadanos.

En ocasiones, como parte del festival carnavalesco y de las noches de circo, algunos candidatos y candidatas hacen su presentación en sociedad con afiches y fotos en los cuales han sido tan maquillados, tan sometidos a los procedimientos modernos de retoques y acotejos, que no se parecen, que asemejan a Dorian Gray, aquel personaje cuya juventud parecía eterna hasta el día que se vio en el retrato donde se reflejaba no solo su verdadera edad, sino también su maldad.

Aquí tenemos saltimbanquis de circo que participan en la política nacional, cómicos de fiestas de carnaval, gente tan caradura que, como carece de vergüenza, habla, discurre, propone, ofrece, con un verbo digno de otros esfuerzos, puesto que el hablador y el cojo no llegan lejos sin ser descubiertos.

La flamante ley de partidos políticos será otro paño con pasta que permitirá a los politiqueros realizar, por arte de birlibirloque, toda suerte de trampas y triquiñuelas para impedir que haya un padrón partidario que refleje la verdad y unos comicios internos que arrojen resultados ciertos, que tengan la aprobación del universo de los votantes.

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