OPINIÓN: ¿Para qué sirven los intelectuales?. Por Juan Tomás Taveras

Primero debemos definir qué es un intelectual, esa fauna, esa jauría de la sociedad contemporánea que sirve de soporte a muchas formas de pensamiento pero que tradicionalmente puede ser tendencioso y le ha hecho mucho daño a la sociedad.

Los intelectuales esas gentes que están siempre encopetada muy adepta y generalmente genuflexos ante el poder, el intelectual contemporáneo es ese mismo cortesano de las monarquías europeas antes del nacimiento del Estado-Nación e incluso mucho después. Es decir, los intelectuales son una casta o un grupo de bomberos que no se pisan la manguera (como dice el dicho) son gelatinosos, son ambivalentes y dan muchos culipandeos al momento de tener que establecer una posición política firme y clara.

A estos intelectuales actores también, se les llama politólogos y el papel de los politólogos es servir de relleno a políticos ignorantes con poder y de cerebros ociosos, para facilitarle engañar a la sociedad que también padece la ignorancia y mendigan del poder que les engaña y los regaña.

Un intelectual que se ha esforzado por adquirir una formación académica superior o que puede ser un autodidacta con cerebro privilegiado y se mantiene siempre en los círculos de eventos sociales relevantes usando traje gris o azul, uno que otro corbatín o lazo con un corte de pelo que pueda llamar la atención, como por ejemplo asisten a los velatorios de personas importantes o figuras famosas y que acostumbra a estar llenos de gente y reporteros. Allí saludan, zalamean, besuquean, abrazan, cabildean puestos, exoneraciones, sinecuras, hacen chistes o se ríen de ellos para mostrarse sumisos, obsequiosos, disponibles, cercanos y serviles al poder buscando o esperando ser invitados al clientelismo parasitario de la teta del Estado (asesores, miembros de consejos o comisiones sin oficinas y embajadores sin embajadas…). Con ello dejan de lado su responsabilidad social ya que en realidad aportan nada o muy poco al desarrollo o al progreso del país.

Sin embargo mueve a preocupación el hecho de que tengamos una nómina tan abultada de alegados y confesos intelectuales, no obstante haber emitido por decreto una revolución educativa, como si fuera posible hacer una revolución por designación como maquillaje, además, del gasto más grande de la historia sin resultado alguno en ese segmento, así lo certifica el último estudio PISA que nos coloca en el peor puesto de los sistemas educativos del continente americano. Agravándose con el despilfarro en nóminas, banqueteos, edificaciones sobrevaluadas que no resisten el primer aguacero; aplicando la supuesta tanda extendida para que los muchachos puedan bostezar y cherchar hasta las cuatro de la tarde sin recibir los conocimientos que merecen ni dar la debida formación a los docentes o con ausencia de ellos en muchos centros.

Por otro lado, están aquellos intelectuales que se muestran distantes del poder oficialista y a veces hasta parecen disidentes y se dicen representar la sociedad civil, quienes se nutren de ONGs, organismos internacionales, grupos empresariales y de otros poderes fácticos que lo que realmente hacen es hacerle el juego al sistema corrupto y corruptor irresponsable y siendo justificadores de una falsa democracia con servicios vacíos y ausencia de derechos.

Esta posición servil y cortesana de los intelectuales dominicanos le ha quitado muchas oportunidades y le ha sumado mucho derrotero al Estado, en vez de ser gente preclara, pensadoras, ilustradoras, inspiradoras de las masas como el caso de un Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento, el maestro de América Américo Lugo, Pedro Henríquez Ureña, Juan Bosch y Peña Gómez, entre otros; hay una casta nueva de intelectuales de la posmodernidad y en la vida contemporánea, o como lo diría Enrique Dussel pensador argentino-mexicano, de la transmodernidad.

Los intelectuales pertenecen a todos los partidos y bollan en todos los inodoros del sistema estercolero que persiste, porque son de corcho y casi siempre asienten con la cabeza a lo que están oyendo, no escuchan no estando de acuerdo, no entienden nada, pero con asentir hacen parecer que están de acuerdo simulando a un insensible limpia vidrio, consintiendo sin importar la postura que se le exprese. Lo cierto es que no asumen posturas públicas comprometedoras y abiertas; escasamente presentan declaraciones en una u otra coyuntura de compromiso social, pero la realidad es que su objetivo principal es brillar y trascender propagandisticamente en el servilismo cortesano y lamentablemente ese accionar le ha perjudicado mucho a la nación.

Tradicionalmente los intelectuales dominicanos han apoyado lo peor y se han apandillado en contra de las masas que para nada les interesan siendo indolentes ante su pueblo y claro que esto que estamos develando es como un fatalismo, pero que tiene honrosas excepciones.

Muchas veces los intelectuales apoyan las decisiones más negativas y nefastas para la sociedad, están enquistados en los diferentes consejos directivos, cobrando en varias nóminas, ONGs, universidades, pero muy apartados de la idea y rol de lo que debe ser un intelectual prospectivamente.

Un intelectual debe ser una persona que use el intelecto en las mejores causas sostenibles y sustentables, es una persona que tiene un intelecto cultivado pero que sigue el principio de Gandhi “de que el talento sin probidad es un azote” por lo que necesariamente el talento debe estar sustentado en lo ético, en lo Justo y un apego con alguna ideología o lucha social que los conecte con el equilibrio social y natural de todo lo que existe.

En definitiva nuestros intelectuales “transmodernos” se han convertido en una plaga que apoyan todo lo malo y así chupar de todas las tetas de todos los gobiernos que conforman y sostiene este sistema perverso y que dirige el Estado.

Los intelectuales bien pudieran ser los protagonista de un sistema educativo verdaderamente revolucionario que sea el motor para transformar la sociedad. Pero aviesamente, nuestros intelectuales se han sumado a la nefasta política del clientelismo y las dádivas que quita el hambre un día (en navidad y uno que otro día de campaña partidista) sin embargo, esos mismo intelectuales se han excluido de liderar políticas de educación de calidad que da de comer toda la vida.

Muchos se excusan o justifican falsamente su actitud diciendo: “hay que pagar las facturas” “eso siempre ha existido” “son humanos y tienen debilidades” “es su derecho” “yo lo entiendo” “nadie tiene derecho a juzgar” “el hombre y sus circunstancias” “nadie está obligado a ser como Jesucristo”; ejemplo el grupo de intelectuales y científicos que apoyaron a Hitler y de igual manera los que crearon la bomba atómica en Estados Unidos de Norteamérica.

¿Qué respuesta puede dar un intelectual dominicano sin asumir responsabilidad con este derrotero?
¿Por qué somos campeones en corrupción y sobornos, y por qué tenemos el peor sistema educativo del continente?

Este artículo contó con la colaboración de un amigo intelectual que por razones de discreción diplomática no puedo citar.

Dios les bendiga siempre, pueblo dominicano. Todo por la patria.
*El autor es político Duartiano, aspirante presidencial independiente, mayor general retirado PN, periodista, activista social, miembro fundador y vocero de la Asociación de Policías y Militares Activos y Jubilados Dominicanos, APODOM, Pro Dignidad y Derechos. Incluye a todos los veteranos.

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