OPINIÓN: RD no es sostenible porque ha perdido toda legitimidad y cohesión social. Por Robert Cabral

La prostitución política, la demagogia electorera, la concupiscencia moral, y la clientela ciudadana, van a destruir este país, cuyo último Estadista llamó «la isla de las vicisitudes».

Ya este país, no es sostenible, porque ha perdido toda legitimidad y cohesión social.

Aquí, aunque parezca lo contrario, y todos lo sabemos, «nadie cree en nadie», y todos apostamos por la «búsqueda», y el «dame lo mío», cultura extrema de la degradación institucional, y colectiva, de un país, que irremisiblemente, ha perdido el rumbo.

Y aquí, no se trata ya, de las facciones amotinadas, compitiendo en una francachela carnavalesca, que nada tiene que ver con democracia, sino con baratillo de mercado.

No es posible entender, admitir que sostener un sistema electoral, incapaz de controlar las violaciones flagrantes a sus propias normativas, pueda costar tanta riqueza pública, necesaria para satisfacer necesidades primarias de una sociedad, esquilmada por los quebrantos históricos de sus carencias irredentas e insatisfechas.

Cómo explicar que gañanes, analfabetos funcionales, riferos, aventureros oportunistas de toda laya, avivatos testaferros de prebendas y contratos adulterados, tahures sociales, maquillados de apóstoles de la miseria, sean quienes dirijan la cosa pública, al margen de los hombres y mujeres probos de esta sociedad.

Cómo redimir a nuestro desgraciado pueblo, ante esta conjura de mamón, gobernada por la mediocridad, por la gleba enardecida, arribistas de chaqueta y de salón, cuyo tufo de ansiedades insatisfechas apesta y contamina, todo nuestro escenario ciudadano.

La República no puede perecer, no puede hundirse en el cieno de las perversiones de las facciones que como buitres se han lanzado por décadas a devorar los despojos del Legado nacional que hizo posible la existencia de la Patria y su continuidad histórica.

Podremos ser derrotados pero nunca destruidos.

Cómo los espartanos, el último de los sobrevivientes, a este cenáculo de la bazofia y la mentira, de la simulación, y la ignominia, le corresponderá izar nuestra bandera y continuar, hasta que un día, pueda registrarse en la historia de los hombres, que aquí vivió un pueblo que se negó a perecer, y que fue entregado por sus propios hijos pervertidos, manchados de impiedad y de traición.

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