Vivimos en la ironía, describiendo como gente buena a quiénes disfrazan su demagogia a través de la filantropía, esperanzando nuestros sueños votando por personas que viven para ellos y sus famílias y, reconociendo las virtudes de los demás; cuando yacen en una tumba fría.
Vivimos en la ironía, amando la naturaleza y contaminando nuestro hábitat noche y día, creyendo en Jesucristo y también en la brujería, y queriendo construir un mejor futuro amparados en la politiquería.
Vivimos en la ironía, menospreciando el talento nuestro y con los extranjeros caemos en la idolatría, reconociendo y alabando el trabajo de funcionarios a quiénes pagamos hasta su séquito de lisonjería y, creyendo en discursos políticos que no son más que escenografía.
Vivimos en la ironía, consumiendo propaganda mediática para digerir ignorancia fría, convertidos en la celebridad de Instagram y despreciados por tú propia família y, viviendo en el mundo de las Tetas operadas y el cerebro atrofiado; muriendo por la infoxicación de nimiedades y porquerías.