Ángel Rondón: De pobre niño carbonero a un sagaz cabildero en la mirilla de la justicia

Si Ángel Rondón Rijo no hubiese estado involucrado en varios episodios de corrupción en la República Dominicana, incluyendo el sonado escándalo de fraude patrocinado por la multinacional Odebrecht, por el que deberá pasar un año de prisión preventiva en el penal La Victoria, sería el caso perfecto por el que muchos productores se interesarían llevar al cine, como una extraordinaria historia de superación personal.

Para dicho films, obviamente, habría que omitir el papel de villano que por sus hechos hoy se le atribuye. Su nombre empieza a sonar en el Plan Renove, otro de los grandes casos de corrupción dilucidados en los tribunales de la República, del que Rondón salió victorioso.

Rondón Rijo nació el 16 de julio del 1950, en un lugar llamado Los Cambrones, una deprimida zona de Macao, una comunidad ubicada en el extremo oriental de la provincia La Altagracia. Allí, el hasta ese entonces obediente niño tuvo que trabajar junto a sus padres, Domingo Rondón y Carmela Rijo, para aportar al sustento de su humilde hogar. Debían levantarse a las 5:00 de la mañana, a quemar árboles para producir carbón, y así conseguir el dinero para sostenerse.

En esta casa vive la familia de Rondón en Macao.
Fue una infancia tan incierta como los días que pasará ahora en La Victoria, luego de que un tribunal de jurisdicción especial en la Suprema Corte de Justicia hallara en él suficientes indicios de culpabilidad de sobornar a funcionarios y legisladores. Su vinculación es seria, porque involucra la friolera suma de 92 millones de dólares.

Rondón niega toda imputación, y por momentos se ha definido como un colaborador de campañas políticas, desde los inicios de Joaquín Balaguer, pero en calidad de cobro por comisiones. En esa época, a Rondón todo le salió a pedir de boca. Y hasta se hizo rico con esas “comisiones”.

Pero su aura triunfalista tocó fin y ahora enfrenta un trago amargo de consecuencias impredecibles. Su sobrino, Santiago Guerrero Rijo, alias “Cuco”, de 49 años, su único pariente que aún vive en Macao, relata que tras una familia haberle quitado las tierra que su familia tenía en Los Cambrones, deciden mudarse para Macao, donde se dedicaron a la agricultura y a la crianza de animales. Desde su humilde vivienda de tabla y zinc, y lejos (muy lejos) de la opulencia económica que como quiera que sea pudo alcanzar su tío, Guerrero Rijo narra que desde pequeño Ángel Rondón siempre tuvo agilidad para las finanzas.

“Mi papá compraba víveres y cocos, y él le sacaba las cuentas de esos negocios”, señala el pariente del reo mejor cuidado de La Victoria. Añade que su tío era como el “contador” del negocio familiar. Lo recuerda como inquieto, activo, imposible de imaginar siquiera que el tiempo y sus circunstancias lo convertirían en el centro de atención de todo el país, y no precisamente por sus dotes de infancia. Guerrero Rijo explica que cuando nació ya su tío Ángel se había ido a Santo Domingo.

Pero indica que su madre le contaba que Rondón siempre quiso superarse y buscar de mejores condiciones de vida. Según recuerda, cuando Rondón Rijo tenía entre los 17 y 20 años, pidió permiso a su padre Domingo para irse a buscar nuevos horizontes. Solicitó autorización para ir a la casa de su tía. No lo pensó dos veces, y a los tres días hizo algo tradicional en los campos dominicanos: buscar un racimo de plátanos y un pollo para llevárselo a la tía con la que iba a vivir en la capital.

Familia desconoce hechos delictivos

Los datos planteados por “Cuco” los confirma su madre, Olfalina Rijo, con quien El Tiempo conversó vía telefónica, contactada en su residencia en Higüey. “Es un hombre de trabajo. Eso ha sido una sorpresa para mí, porque mi hermano ha trabajado lo de él”, arguye esta señora de 70 años.

Cuco Rijo, familia de Angel Rondón
“Cuco” Rijo, sobrino de Angel Rondón
“Mi papá y mi mamá trabajaron mucho. Tenían sus vaquitas para la leche. Mi papá era un señor muy serio; sostuvo a sus hijos trabajando”, reitera doña Olfalina. Hasta que se fue a Santo Domingo, Ángel Rondón hacia conucos con su padre, reitera su hermana mayor, Olfelina, madre de Guerrero Rijo. “Cuando la tía mía lo recibió en la capital, él se superó. Fue comprando su tierrita y sus vacas”, indicó la señora. Y sin preguntárselo, añadió que “esto nos ha caído muy fuerte.

Es un hombre serio, aunque esté pasando lo que está pasando”. Sus palabras aluden a la embarazosa situación que enfrenta su hermano. Por esto, dijo que pone todo este embrollo en manos de Dios. Desde que fue detenido, doña Olfelina asegura que no ha tenido conversación con Ángel Rondón.

Cuenta que la última vez que lo vio fue en La Romana, hace dos meses. Su padre murió en Macao, cuando Ángel tenía 18 años, y su madre en el 2008, en La Romana, recuerda Olfelina. Antes de Rondón Rijo ser encarcelado solía visitar su pueblo natal cada seis meses, aunque se marchaba el mismo día.

“Venía a visitar a mi mamá; iba a la playa a comerse unos pescaditos y luego se iba. Cada vez que venía, lo hacía con tres y cuatro guarda espaldas”, recuerda su sobrino. Y cuenta más: “Cuando venía, me daba algunos 2 mil pesos y a mi mamá también le daba algo. Él no es malo con la familia. Es un hombre que sí tú te enfermas no le importa gastar 200 mil pesos en ti”, indica Guerrero Rijo.

Una autobiografía a medias

En una biografía suya, Rondón Rijo señala las precariedades de las que hablan sus parientes, y que afrontó cuando era un niño carbonero. Él mismo narró en un video televisivo que trabajó como mesero y cargó fundas de cementos, antes de ingresar a la universidad, en el año 1987, a la edad de 25 años. Pero, comprensiblemente, en su hoja de vida Rondón Rijo no plasmó su éxito como lobista en varios gobiernos, desde la década de los 80’.

Tampoco en su autobiografía habla de cómo su nombre y apellido fueron a parar el sonado caso de corrupción del Plan Renove, durante el gobierno presidido por el ex presidente Hipólito Mejía. Este caso de corrupción se produjo en el plan gubernamental de cambiar vehículos viejos por nuevas unidades, y que le costó al país mil 800 millones de pesos.

De esa cantidad de dinero, se dijo que Rondón cobró alrededor de 1 millón de dólares, sólo por gestionar de forma rápida la aprobación congresual del contrato que avalaría esa iniciativa. Por esta razón, en ese proceso judicial pudo salir airoso y sus abogados lograr que lo sacaran del expediente que involucró a otros importantes funcionarios del gobierno de Mejía.

Su éxito lo llevó a recibir numerosos reconocimientos, entre ellos la Medalla al Mérito en la Ganadería, que le entregó el presidente Danilo Medina, en el 2013.

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