No hay dudas de que estamos siendo gobernados por una camada de funcionarios públicos sin ética política y borrachos de un poder usurpado a traves de los mecanismos perversos historicamente utilizados para imponer mayorías electorales cada cuatro año en los torneos «democraticos» que se realizan en el país.
No hay límites en el quehacer público privado del funcionariato público nacional, desde traficar con inmigrantes ilegales Haitianos, financiar cargamentos de drogas, incumplir con obligaciones tributarias, desobedecer mandatos judiciales hasta incumplir con algo tan elemental como lo es la pension alimenticia de un hijo necesitado de cuido.
Este es el caso del todopoderoso miembro del Comite Político del Partido de la Liberación Dominicana, Euclides Gutierrez Feliz, quien se niega a mantener economicamente a su vástago de apenas 3 años de edad y quien nació con limitaciones físicas que le imposibilitan el desarrollo pleno de su niñez.
Cuanta falta de conmiseración hay en el alma de estos funcionarios públicos endiosados por el poder politico que tienen y por las grandes fortunas económicas amasadas.
Este mismo funcionario público había sido denunciado en el año 2011 por estar incumpliendo con el correspondiente pago de la energía eléctrica que se consume en su residencia. Mas de 3 millones de pesos tenía pendiente de pago a Edesur. Una deuda que aún no se sabe si fue pagada por el funcionario o fue eliminada con un teclazo en el sistema de cobros de la distribuidora eléctrica.
En el reportaje televisivo en el que la madre del vástago habla de la situación que atraviesa con el funcionario se habla hasta de habitaciones privadas rentadas de forma permanente en un prestigioso Hotel de la capital de Santo Domingo, en donde el Todopoderoso Euclides Gutierrez Feliz realiza fiestas privadas con sus allegados.
Esto no es mas que reflejo evidente de los altos niveles de descomposición social y política que vive la República Dominicana. Un pais gobernado por funcionarios públicos que no tienen ni el mas mínimo pudor ni límites a la hora de echar a rodar sus desbordes pasionales y sus infinitos deseos carnales.
