A pesar de que el primer mandatario de la nación ha manifestado reiteradas veces que los servicios que ofrecen los hospitales públicos de la República Dominicana tienen la misma calidad que los del sistema de salud privado, vemos como él, los funcionarios y sus familiares cercanos desconfían en el uso de los hospitales públicos a la hora de tratar cualquier quebranto de salud.
Cuando en el 2015 el presidente Medina estuvo afectado por una dermatitis en el rostro, éste no recurrió a un especialista del sistema público de salud para tratarse la afección. Prefirió asistirse por un especialista norteamericano en el estado de la Florida en los Estados Unidos, mostrando con ello una total desconfianza en el personal medico altamente capacitado que hay en el país.
Ahora, tras su padre estar afectado de salud, en vez de recluirlo en ese sistema de salud publica que él ha señalado que tiene la misma calidad que las clínicas privadas, prefirió internarlo en la exclusiva y costosa clínica privada Hospiten, un lugar al que solo puede ir la clase económicamente privilegiada de la nación. Allí no pueden ir los ciudadanos de a pie los cuales tienen que resignarse ser asistidos en hospitales públicos carentes de la higiene necesaria y del personal medico remunerado que disponga sus mayores capacidades profesionales al servicio de la gente, tal como lo establece nuestra constitución nacional la cual considera como un derecho fundamental el derecho a la salud. Sin embargo, tanto los contemplado en la constitución como la palabra presidencial se quedan en el vacío cuando vemos que ni existe el derecho a la salud como tal ni existe esa calidad en los hospitales públicos como tanto pregona el primer mandatario de la nación.
Sin lugar a dudas, todo se queda en letras muertas en la constitución y palabras frívolas de un mandatario que va rumbo a finalizar su presidencia el próximo año sin haber resuelto un solo de los problemas fundamentales que por décadas afectan a la República Dominicana.
