Lo que revela el anuncio de Viva. Por Elaine Féliz

En la mañana de un caluroso miércoles de agosto, antes de sentarme a trabajar procedo a revisar mis redes, y me encuentro con las críticas de amigos y personas que sigo sobre un anuncio que salió en uno de los principales periódicos de circulación nacional en mi país, Diario Libre, en el que la marca de telecomunicaciones VIVA promueve un mensaje denigrante, abusivo y discriminatorio hacia las mujeres.

La campaña es una copia barata de un concepto ya usado en otro escenario, que habla mucho de quienes están detrás de los puestos de poder en las empresas, de la mentalidad de quienes diseñan, crean y producen la publicidad, y de los estereotipos sexistas, misóginos y machistas que promueve la sociedad en que vivimos.

Evidentemente, la campaña se hizo con la intención de crear controversia, de llamar la atención y que se hable del tema para maximizar el alcance.

El problema es que ni a la marca, ni al medio, ni a la agencia le importa, aparentemente, el mensaje tóxico que muchos estamos tratando de eliminar con la educación sexual; no le importa que las mujeres sigamos siendo vistas y tratadas como una muñeca inflable que cumple las exigencias de un macho que lo único que tiene es dinero; que seamos vistas y tratadas como adornos sexuales de machos que necesitan seleccionar mujeres jóvenes que los ayuden a recuperar “su hombría”.

Con la campaña, la marca demuestra que detrás de su departamento de mercadeo hay “profesionales” que lo único que le interesa es llamar la atención y venderles a un público joven que puede manipular, y están aprovechando la falta de educación sexual y básica de la población para hacerlo a través de antivalores con un aroma porno.

Uno de los anuncios resalta el estigma y refuerza el odio y el rechazo hacia la comunidad LGTBI, con la frase que dice “la verdad es que solo quieren dar de qué hablar”, al lado de una foto de una persona transexual, en forma de burla.

Este mensaje busca mantener la violencia social que vive esta comunidad, que no los entiende, que los rechaza, que se burla de ellos y ellas, y que mantiene la idea de que están enfermos; y esa no debería ser la misión de ninguna marca y mucho menos el objetivo de la publicidad.

Uno de los mensajes más penosos que la “creativa” campaña en cuestión hace referencia es que “el tamaño sí importa”, y hace hincapié en los senos y en el pene de los modelos, para reforzar el estereotipo sexual de belleza vacío que tanto daño nos ha hecho a hombres y mujeres, ese modelo que mide nuestro valor como personas por el tamaño de una parte de nuestro cuerpo, ese modelo que la pornografía se ha encargado de promover y que muchos han comprado para medir si alguien funciona o no sexualmente, que tiene a tantos hombres deprimidos y a tantas mujeres en el quirófano.

Este es un ejemplo fiel de la fuerza que tienen los medios para modificar y reforzar comportamientos, para manipular mentalidades y para crear necesidades.

Este es un vivo ejemplo de que hoy más que nunca la familia tiene un rol vital en analizar estos mensajes, para hacer una contra publicidad y tratar de revertir el daño.

Esta es una señal que revela por qué los malos gobiernos le temen a los buenos lectores y por qué se necesita una población más educada, que no compre todo lo que le quieran vender.

Comentarios con Facebook

También te va a interesar