Un sistema educativo obsoleto: Otra fuente de desigualdad económica. Por Julio Díaz

Los medios de comunicación nos han bombardeado con noticias relacionadas a la desigualdad económica en el Siglo XXI y sobre la importancia de adquirir una educación universitaria calidad, como herramienta para romper con la cadena de miseria y desigualdad imperantes en nuestra sociedad. Sin embargo, el sistema educativo llamado a quebrar ese círculo vicioso está agotado y frisado en el tiempo, y así lo demuestran algunas encuestas realizadas por algunos centros de pensamientos o Think Tank como se conocen en inglés.

De acuerdo a una encuesta realizada por la Organización New America dice que sólo el 13% de los jóvenes pertenecientes a la generación denominada Millennials, dice que el sistema educativo universitario en los Estados Unidos está bien tal como está. Mientras que el 79% de los jóvenes encuestados opina lo contrario. En realidad, el sistema educativo universitario se encuentra en una etapa de agotamiento perpetúa, ya que es sistema que tiene más de 200 años de antigüedad y no está apto para los nuevos tiempos. El sistema educativo actual está basado en la repetición de conceptos, y en reproducir los mismos conocimientos científicos, sin adaptarlo a la nueva era de la Cuarta Revolución industrial, donde la automatización, la inteligencia artificial y el machine learning están trazando la pauta de la nueva realidad económica, y por ende el sistema educativo debe adaptarse a esos nuevos cambios y rediseñar su oferta académica acorde con los avances científicos de esta nueva etapa del capitalismo.

Debido al atraso del sistemático del sistema educativo actual, es por ello, que hemos experimentado un incremento significativo de la desigualdad económica, y la frustración económica de los llamados Millennials. La deuda estudiantil de los estudiantes estadounidenses alcanza la astronómica cifra de 1.4 trillones de dólares, ya que han sido empujados por un sistema educativo piramidal que invita a sus súbitos a adherirse a él, a cambio de una mejoría en su calidad, la cual es una falacia, porque no provee a las habilidades para sobrevivir y ser exitosos en esta Cuarta Revolución industrial. Es un sistema educativo que limita el libre pensamiento e incentiva la aversión al riesgo, lo cual limita el potencial de los estudiantes en esta nueva era del conocimiento.

Bajo ese esquema de que la educación universitaria es la única vía para salir de la pobreza, las universidades han involucrado al gobierno federal estadounidense a financiar su sistema piramidal, lo que ha llevado a aumentar el costo de la matricula a niveles exorbitantes. Por ejemplo, de acuerdo a cifras ofrecidas por el Departamento de Educación de los Estados Unidos, el costo de la matrícula universitaria ha aumentado en 1,225% desde el año 1978 hasta el 2016. El principal elemento en el aumento indiscriminado de las matriculas ha sido el subsidio del gobierno federal que ofrece este a los estudiantes de escasos recursos para ir a la Universidad, por lo que esta demanda inagotable de recursos ha permitido a las altas casas de estudio aumentar sus precios de forma inaudita sin mejorar su oferta académica.

Las universidades en cambio han utilizado esta oleada de recursos económicos para aumentar su burocracia administrativa e infraestructura física, obviando de plano ofertar un currículo adecuado a los nuevos tiempos. Debido a esta dicotomía entre la oferta académica y el costo de la matrícula universitaria, ha causado que el salario real de los estudiantes no corresponda con los estandartes que enarbolan esas altas casas de estudio, ya que la preparación universitaria que recibieron no corresponde con los niveles de productividad y de habilidades que exige el mercado laboral actual. Es por ello, que el salario real de los jóvenes entre 18 y 26 años en 1989 era de 36,000 dólares anuales y en la actualidad este oscila en los 33,000 anuales en promedio.

La solución para resolver la desigualdad en el sistema educativo universitario es hacer recortar la ayuda federal para el financiamiento de la educación como ha propuesto el presidente estadounidense Donald Trump. Sé que a muchos de mis lectores les parecerá algo descabellado que haga esa aseveración, pero una reducción de la oferta de recursos va a permitir una reducción de los precios de la matrícula, ya que la demanda por una educación inflada va a disminuir, algo que va a obligar a las universidades a reducir sus costos de matriculación. Por otra parte, el gobierno federal debe propiciar la educación técnica o vocacional para disminuir el costo de la deuda estudiantil e incentivar la autodeterminación económica de los estudiantes. En los periodos donde la educación universitaria era baja y la educación técnica era superior, como en la década de los 70, los niveles de desigualdad eran más bajos. Por ejemplo, en los países del norte de Europa el 1% tenía una cuota de ingresos del 7% y en 2010 el 1% tenía una participación en el ingreso del 20%, y en los Estados Unidos el nivel de desigualdad es aún más acentuado.

La forma más idónea de romper con la condena material de la desigualdad es a través de la materialización de la libertad financiera, y esta se obtiene con una oferta académica que ofrezca una educación financiera integral, donde los estudiantes aprendan sobre finanzas personales e emprendurismo, donde no se les penalice por fracasar, sino que sean premiados por pensar de manera crítica y que desafíen al estatus quo que rige sus vidas actualmente, de no lograr dicho cometido, las generaciones actuales estarán condenadas a vivir en una esclavitud perpetua.

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