EDITORIAL: Peligrosa era de la posverdad, caso David Ortíz

Por Leonardo Jaquez.-

Esta peligrosa era de la posverdad que nos ha tocado vivir resulta peligrosa a la hora de disipar dudas y esclarecer hechos que impactan el imaginario y la subjetividad humana.

Como no negar la existencia de elementos contundentes que nos conducen a la verdad próxima, si de preámbulo hay un bombardeo de relato chismográfico y de todo tipo de inventivas que eyacula el imaginario ciudadano.

Es posible alcanzar la verdad próxima sin el tropiezo inexorable en la ruta de una posverdad que categoriza en igual dimensión lo evacuado del inconsciente humano con lo científicamente comprobado.

Que hubiese pasado con los crímenes de Orlando Martínez y Amin Abel Hasbun si se hubiesen perpetrado en esta era donde resulta tan fácil viralizar la mas fantasmagórica novela capaz de excitar un imaginario insaciable. Es evidente que mientras mas orgásmico es el relato prefabricado, con fines aviesos o con ganas de ganar likes, seguidores, reproducciones y tráfico, mayores deseos de creerlo tiende a tener el hombre.

Por eso, ante la complejidad de esta era de las redes sociales y la superconectividad humana, resulta necesario que las autoridades gubernamentales implementen nuevos mecanismos de información e interacción capaces de preservar la credibilidad pública que deben tener las instituciones del Estado.

Y es ante esta urgente necesidad que el gobierno debería eficientizar y expandir la denominada «República Digital», a la vez, conectar el funcionariado público con la ciudadanía, el cual mas allá de poseer una cuenta de red social para cumplir con las formalidades de la era, debería aprovecharlas para acercarse a la distancia de un click a los gobernados.

Por lo que, mas allá de la rueda de prensa tradicional, el funcionariado debería comprender que la construcción de la verdad próxima hoy requiere de mayores esfuerzos que los de ayer. Es por ello que Loquesucede motiva tanto al Procurador General de la República como al Director de la Policía Nacional realizar desde sus oficinas conexiones en vivo por las redes sociales con una ciudadanía ávida de información esclarecedora.

Ante este panorama sombrío de incredulidad ciudadana, vale recordar que sin credibilidad resulta insostenible un Estado y sus instituciones. En ese sentido, consideramos pertinente reflexionar en torno al riesgo que implica perderla.

Para evitar esto, creemos propicio que las instituciones públicas alcancen el convencimiento de que llegó la hora de asumir los retos de estos nuevos tiempos tecnológicos, implementar las medidas urgentes correspondientes, desmontar lo que hasta cierto tiempo se creía lo correcto y válido y reconocer el peligroso riesgo que implica que la verdad prefabricada se imponga por encima de la verdad científicamente comprobada.

Despertemos a tiempo por la salud de la verdad.

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