Partidos mayoritarios reeditan crisis internas

Los cuatro principales partidos políticos del país enfrentaron este año que culmina la reedición de desgarradoras crisis internas, mientras su liderazgo comenzó a proyectarse hacia el 2020 utilizando sutiles estratagemas que lo posicionarían para ese proceso, sin importar que apenas transcurren siete meses de las elecciones presidenciales, congresionales y municipales de mayo.

No obstante, partidos como el gobernante de la Liberación Dominicana (PLD), Revolucionario Moderno (PRM), Revolucionario Dominicano (PRD) y Reformista Social Cristiano (PRSC), que con las alianzas reafirmaron su protagonismo en el proceso electoral pasado, continúan demostrando debilidades estructurales, indisciplina y falta de ética, que amenazan dejar al azar y las circunstancias su futuro próximo si no deciden adoptar drásticas acciones inmediatas.

En esta peligrosa encrucijada ha caído, incluso, el PLD, una organización que abandonó los ideales que le dieron origen cuando fue fundada por el profesor Juan Bosch como una negación del PRD en diciembre de 1973, hace 43 años. Resulta evidente que la táctica adoptada para llegar al poder  en 1996 se tragó la estrategia del partido de la estrella amarilla y ahora se le hace cada vez más difícil retomar el proceso dialéctico que le permita imponer lo cualitativo a lo cuantitativo.

Mientras tanto, dos corrientes mayoritarias claramente definidas se han enraizado en el accionar de esta poderosa maquinaria, para disputarse el control de sus estructuras: una encabezada por el presidente Danilo Medina, que se impuso en las elecciones de 2012 y 2016 y en el último congreso interno. En tanto, el otro grupo lo regentea el presidente del PLD, Leonel Fernández, que ocupó la Presidencia de la República en los períodos 1996-2000, 2004-2008 y 2008-2012.

El enfrentamiento por lograr la hegemonía entre los grupos de Medina y Fernández pareció llegar a su clímax en el proceso electoral pasado, cuando el jefe de Estado impuso su reelección presidencial, pese a estar prohibida por la Constitución y a que tuvo que avasallar las evidentes pretensiones del exmandatario de candidatearse por cuarta ocasión.

Finalmente Fernández, arrinconado y desprovisto de alternativas viables, se vería precisado a firmar el acuerdo denominado por el pueblo como “Reelección por reelección”, para superar la crisis interna y someter a la disciplina partidaria la rebelión de sus seguidores en el Congreso Nacional después que el Comité Político refrendó la propuesta de Medina para modificar la Constitución y restablecer la reelección presidencial.

Luego de consumado el hecho en la Asamblea Nacional Revisora, los resquemores que aun pudieron persistir se intentarían disipar con muestras de unidad absoluta como la selección que hizo el presidente Medina el 6 de marzo, para repetir con Margarita Cedeño de Fernández como su compañera de boleta. Aunque en relación al cumplimiento de los 15 puntos del acuerdo Danilo-Leonel, todavía quedan varios temas pendientes como la pretendida modificación de los artículos 270, 271 y 272 de la Constitución, referentes al quórum de la Asamblea Nacional Revisora, la convocatoria de la Asamblea y el Referendo Aprobatorio, que evitarían dejar la Carta Magna a merced del capricho y conveniencia personal de los gobernantes.

Mientras tanto, ahora que finaliza el 2016, seguidores de ambos líderes comienzan a advertir el surgimiento de coyunturas similares a las de entonces, que pudieran avivar nuevamente el choque de trenes si volviera a concretarse la realidad virtual de otro intento reeleccionista, que coincida con otra posible aspiración del expresidente Fernández.  Esto es así, se plantea, debido a las señales que envían ambos líderes cuando Danilo decide ampliar las populares “visitas sorpresa”, y su activismo desde el Estado se ha ido multiplicando.

En cambio, Leonel protagoniza ahora, desde la presidencia del PLD, un ambicioso programa de actividades políticas, discurseando sobre la “evaluación del provenir” del partido, exigiendo la aplicación de las conclusiones del congreso Norge Botello, celebrado en 2013, advirtiendo sobre la necesidad de la unidad, entregando cajas navideñas y, otra vez, bailando y cantando en escenarios públicos, entre otras premoniciones.

División en la oposición
En el otro litoral del escenario político se sitúa el PRM, una organización que, como tal, participó por primera vez en un certamen electoral este año y obtuvo alrededor de un 37% de los votos (segundo lugar), con su inexperto candidato presidencial, Luis Abinader. Sin embargo, su partido, resultado de una profunda división en el PRD en 2013, da notaciones inequívocas de haber heredado los mismos conflictos que asediaron a su progenitor desde que se fundó en 1938 en Cuba, una cualidad que le estaría impidiendo adueñarse sin máculas de la misión opositora.

Y es que en el PRM se han aposentado también dos liderazgos determinantes que lo mantienen en vilo las 24 horas y todo lo demás gira en torno a ellos. Abinader ganó la candidatura al expresidente Hipólito Mejía en una convención que pretendió ser ejemplar, pero que a la postre provocó dolorosas escisiones de connotados dirigentes que decidieron regresar al PRD como Rafael Suberví Bonilla, Tony Peña Guaba, Tomás Hernández Alberto y el vocero de Hipólito Mejía, Héctor Guzmán, entre otros.  Para apaciguar el temporal en medio de la campaña electoral, el candidato presidencial se vio precisado a seleccionar como su compañera de fórmula a Carolina Mejía, hija del exmandatario y hacer otras concepciones en la alta dirección del partido, pero nada fue concluyente.

Ahora la tensión perremeísta parece aumentar a medida que finaliza el año cuando Abinader continúa intensificando su activismo político a través del “Bloque Opositor” o haciendo donaciones en comunidades afectadas por las lluvias, almuerzo y cenas navideñas en barrios y ciudades, visita a los líderes comunitarios del partido y fijando posición sobre temas de interés en la opinión pública. Se afirma que todo ello buscaría crear la percepción de que no solo es el líder indiscutible de la oposición, sino también del PRM.

Pero en la otra esquina del cuadrilátero, como para despejar cualquier duda, vuelve a ubicarse el expresidente Mejía con su amplio prontuario político y su experiencia en la Presidencia 2000-2004, y las candidaturas 2004 y 2012 por el PRD. Mejía también se lanzó en los últimos días a visitar campos y ciudades, ha emitidos declaraciones sobre los problemas del país que el presidente Medina calificó como el tipo de oposición que a él le gusta, y ha incursionado en el mundo de la farándula, hasta con baile de reggae, para rivalizar con Leonel, y otras ocurrencias. Entonces todo parecería indicar que el pleito está cazado en el PRM.

Pero si alguna situación se ha tornado crítica en esta etapa política es la enfrentada por el PRSC, donde ha estallado una división de la división que ya llegó hasta el Tribunal Superior Electoral. El problema interno ahora no se limita al asedio de decenas de dirigentes reformistas funcionarios del gobierno, sino que otros tantos encabezados por el senador por San Pedro de Macorís, José Hazim, y el diputado Víctor -Ito- Bisonó, ambos confesos aspirantes presidenciales, enfilaron temprano los cañones contra el presidente del partido, Federico Antún Batlle (Quique), también potencial candidato para el 2020, y un aliado del PRM en las pasadas elecciones.

Los conjurados, que determinaron la suspensión de Quique Antún como máximo dirigente del PRSC, han creado un verdadero cataclismo a los interno de una organización, que se preciaba de haber logrado una participación exitosa en el pasado certamen electoral (cuarto lugar) y daba pasos para el fortalecimiento de sus debilitadas estructuras y retomar la disciplina perdida tras la muerte de su líder, Joaquín Balaguer, en 2002, cuando pasó ha convertirse  en  “bisagra” de los dos grandes partidos.

EL FUTURO DEL PRD
El caso que resulta un tanto diferente y mereció la atención del país de manera sorprendente fue el del PRD y su presidente Miguel Vargas, quienes se entregaron a los brazos del PLD y su candidato Danilo Medina, luego de una historia de lucha contra  esa organización que había pasado a ser su archirrival desde que las contradicciones se tornaron antagónicas entre Bosch y José Francisco Peña Gómez. Además de que el PRD venía de obtener un 42.13 % en las elecciones de 2012 cuando conservaba la casilla número uno en la boleta electoral.

Analistas políticos privilegiaron los motivos de la decisión de Vargas al pronunciado debilitamiento de la otrora poderosa maquinaria electoral, tras la descarnada lucha interna y posterior división que sufrió el PRD en los últimos años, que se agravaron en su mandato desde que asumió la presidencia de la organización política.

Pero también se maneja la hipótesis de que Vargas, que fue candidato presidencial en 2008 y es el actual ministro de Relaciones Exteriores, buscó desesperado esta alianza con los peledeístas para torpedear un posible triunfo del PRM y evitar el desmoronamiento final de su partido. Ahora, sin un rival interno importante a la vista, mantiene la promesa de que a partir de enero trabajará para fortalecer las diezmadas estructuras internas del PRD y posibilitar un fortalecimiento al 2020, sin que pueda obviar las enseñanzas y experiencias políticas recientes, que penden como un badajo en su entidad. Y es que ninguna organización que ha pactado una alianza electoral con el gobernante PLD desde 1996 ha escapado indemne de sus tentáculos, por lo que el futuro del partido de la bandera blanca y el  “jacho prendío” podría advertirse devastador.

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