OPINION: De martillo a clavo. Por Guido Gómez Mazara

La lección de mayor importancia en lo referente al envío de Jean Alain Rodríguez a la cárcel de Najayo no se circunscribe a las consecuencias procesales de la investigación y futuros recursos legales. Técnicamente, el alegato jurídico y la dimensión del expediente estructurado en el PEPCA sirve para establecer sanciones, la acusación bien sustentada y los anhelos de traducir a la acción de la Justicia a los servidores públicos que no respetan el correcto uso de los recursos públicos.

Todas las cuotas de interpetración relativas al argot propio de los profesionales del derecho, y que en un ejercicio de aproximación popular se conjuga en el barrio, esquina, patio, centros universitarios, no poseen la validez del dramático esquema que enfrenta un joven, hace diez meses, cabeza de la política de persecución criminal.

Socialmente, el exprocurador es un retrato indiscutido de las ventajas y privilegios académicos de exponentes de capas de la sociedad que poseen los recursos financieros para insertar y/o acceder a procesos formativos de excepción.

De paso, sus características se insertan en la concepción de superioridad anclada en parámetros que con bastante dulzura aparecen como perfil ideal en el ascenso y promoción en ámbitos del sector privado, y de un tiempo para acá, materia prima de argumentos singulares asociados a la transformación del clásico servidor gubernamental con deseos de contribuir a optimizar las tareas oficiales.

En lo estrictamente institucional, la señal en segmentos importantes del país radica en que los altísimos niveles de impugnación relativos al sector Justicia tenían fundamentos porque develar la red de combinaciones truculentas, impensables debido al variopinto de desbordamientos administrativos y combinaciones con suplidores en la ruta del enriquecimiento hizo del Ministerio Público un burdel.

Allí se caricaturizaba la sana gestión en búsqueda de respeto a la ley, dándole connotación de guarida al club de jóvenes pertenecientes a franjas perfumadas históricamente intocables que, a golpes de participar en la campaña y ser retribuidos, ostentaban lujosos yates en un litoral exclusivo del Este donde sus acumulaciones inmisericordes eran bofetadas del poder frente a capitales con un siglo de sacrificio.    

Posiblemente en el marco de las urgencias organizativas y reponerse a golpes electorales, en el PLD no exista el tiempo para reflexionar sobre la dislocada ruta de asumir modelos “exitosos” que, distanciados de la siembra ética de Juan Bosch, generaron resultados y preservaron la organización en el control del aparato del Estado.

Así, se enterraba el legado del maestro debido a que la noción de lo victorioso lo pautaba la capacidad de preservar asientos congresionales, municipales y perpetuación en el Palacio Nacional. Desdeñado el sentido histórico y anhelos de reivindicación del ejercicio público apegado a la moral, la sociedad pasó factura a un partido profundamente seducido por parecerse a lo que por años combatían, abriendo las compuertas a modelos partidarios divorciados del ADN originario y piezas de investigación e inquilinos del sistema carcelario.

Los procesados hasta la fecha y futuros procesables representan la construcción del sentido del éxito que sirvió de escudo argumental para destruir todo respeto por los parámetros fundacionales de un PLD inteligentemente estructurado como referente de la decencia nacional y espacio de oxígeno indispensable de un sistema partidario que parecía colapsar por inconductas de las organizaciones tradicionales.

Y en el momento que la arrogancia sustituyó las buenas maneras y el afán por la acumulación sirvió de garante en aspiraciones presidenciales, la sociedad esperó su oportunidad habilitando una opción a la que, básicamente se le pedía, llevar a la cárcel a los corruptos.

La otra lectura del proceso de Jean Alain Rodríguez es que pone en contexto tanto el aspecto de una promoción sin auténticos méritos partidarios y el sentido de amparo de grupos económicos, siempre diestros en la promoción de sus cuadros diseminados en todos las organizaciones para siempre resultar agraciados en la lotería del poder. También esos factores cuentan y pueden leerse políticamente porque con bastante facilidad, aquí se pasa de martillo a clavo y de clavo a martillo.

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