OPINIÓN: El poder de Dios en nuestras vidas debe hacernos humildes. Por Gilmer Martínez

Poseer poder manifiesta nuestra verdadera personalidad. El poder de Dios en nuestras vidas debe hacernos y mantenernos humildes, porque al final el poder no es nuestro, es de Dios y delegado en nuestras vidas.

Ese paralítico que se paró, ese sordo que oyó, ese ciego que vio, esas almas que se arrepintieron de su maldad no nos pertenecen, le pertenecen al Señor y a su poder. No somos super estrellas, ni la gente depende de nosotros para que exista unción. A todos nos dieron igual acceso al lugar Santísimo, al trono de su gracia.

Si en un arranque de ego usted se va a gloriar, gloriese en sus debilidades para que únicamente dependa del poder de Cristo y no de sus fortalezas personales (horas de oración, santidad, días de ayuno, etc.).

También gloríese en la cruz de Cristo para que permanezcamos crucificados para el mundo, y el mundo permanezca crucificado para nosotros.

Porque en medio de tantas debilidades humanas yo me pregunto ¿si el poder de Dios que se manifiesta en nuestras vidas es producto de ayudar y orar, y vivir una vida santa, entonces para qué murió y resucitó Cristo? ¿no podíamos hacer estas cosas sin él?

¿Significa esto un llamado a dejar de orar, ayunar, vivir en pecado o de manera indiferente? De ninguna manera. Simplemente que mi búsqueda del Señor no se basa en el afán de algo que él me pueda dar, sino en la gratitud, amor y devoción que produce lo que él ya me dio.

Y lo que me dio es tan grande que cambió mi naturaleza indiferente y me lleno de un amor y una pasión tan fuerte que me es imposible manifestar mi vida propia y mis méritos, y por lo tanto tengo que manifestar la vida de él.

Y él ha sido tan misericordioso que no eliminó mi debilidad humana, sino que la mantuvo para que la gloria siempre fuera de él y no de la arrogancia de mi buen comportamiento y mis méritos personales.

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