En este país la política es omnipresente. Todo y todos se someten a ella y a los caprichos de los políticos que, en sentido general ven la política como un negocio y no como una actividad de servicio a la comunidad.
Los que somos un poco más viejos hemos visto como se ha ido deteriorando la actividad política en el país y ninguna institución representa ese deterioro con más claridad que el Partido de la Liberación Dominicana.
Era un gozo observar a los miembros de ese partido en los años 70 y 80, disciplinados, serviciales, dispuestos al sacrificio, en contraste con los actuales en muchas de cuyas casas se reciben 5 o más cheques del Estado porque el esposo dirige un departamento y la esposa otro, mientras los hijos están en un puesto diplomático o en una nómina, trabajen o no. Y ni hablar de las fortunas logradas por las oportunidades que ofrece el desempeño de una función estatal, todas ellas fruto del conflicto de intereses o de la corrupción monda y lironda.
Por otra parte, las urgencias circunstanciales de nuestros políticos imponen una agenda en la mayoría de los casos, divorciada del interés general y que circunscribe a toda la sociedad “a la estrecha experiencia del aquí y del ahora, con la consecuente pérdida de perspectiva para la sociedad como un todo”.
Este manejo de la agenda nacional no es fortuito. Tiene el propósito de eliminar el debate de los asuntos públicos y los temas que verdaderamente deben interesar a la comunidad, creando una “falsa participación”, pues los protagonistas no representan a nadie y los temas tampoco interesan. Es como una “isla de la fantasía”, para el pueblo, mientras los políticos se siguen sirviendo con la cuchara grande de la impunidad.