Haití arde de nuevo, las redes sociales están llenas de videos y notas de prensa que narran la quema de fábricas, gasolineras, carros y casas lujosas. De una sola y con los mismos argumentos de siempre, los medios de prensa dominicanos salen a opinar de salvajismo y anarquismo, incluso se acusa de izquierdosos a los que piensan, que lo que pasa en Haití es el fruto de procesos sociales complejos que requieren un análisis profundo liberado de la las ideas y publicidad mercantilista que nos han metido en la cabeza los que desde el nacimiento de la República Dominicana se han lucrado de un sistema social de sometimiento económico y político.
La situación política y económica creada por grupos de poder en Haití que mantiene a millones de haitianos en situación de marginalidad trasciende lo económico. Participación política secuestrada, negación de servicios básicos, clientelismo político, corrupción institucionalizada, fraudes electorales. Contrabando y acaparamiento de productos. Desaparición forzada de los sindicatos, asesinato y acoso de líderes comunitarios, bajos salarios, son solo algunas de las situaciones creadas por grupos políticos y empresariales que juegan con la pobreza de los y las haitianas comunes. ¿Eso no es violencia?
La violencia callejera, mala, perjudicial, que destruye la propiedad privada, ha sido el único camino que les han dejado a los haitianos, los que durante siglos les han sometido. Violencia que esos mismos grupos de poder han usado cuando les ha convenido. Dialogar serviría de poco ( y eso lo saben los haitianos) pues pasaría lo mismo que ha pasado en República Dominicana con la infinidad de diálogos, juntas, conversaciones y demás santos del consenso. Al final solo salen beneficiados los mismos de siempre. La violencia de la calle con todo lo perjudicial que es, pasa a ser la voz de los que han perdido toda forma para expresarse.
No creo en la violencia como mecanismo de lucha, pero reconozco que el último recurso que les queda a los grupos que no tienen otro recurso, Grandes hechos de nuestra historia moderna, que hoy reconocemos como válidos y buenos y de los que nos hemos beneficiado, nacieron de la violencia ejercida como recurso por los que fueron sometidos brutalmente y usados como marionetas por aquellos que como dioses jugaron y siguen jugando a ser dioses todopoderosos en nuestros países.
