OPINION:¡… Provocación canalla!. Por Oscar Medina

Constituye no sólo una provocación, si no un ultraje a la dignidad de los Padres de nuestra nacionalidad la afrentosa manifestación del pasado fin de semana en las cercanías del Altar de la Patria de grupos que dicen defender los derechos de descendientes haitianos supuestamente afectados por la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional alegando, falsamente, que miles de ciudadanos haitianos fueron dejados en condición de apatridia por el dispositivo constitucional.

La reacción no se ha hecho esperar: Grupos nacionalistas encabezados por el Instituto Duartiano, líderes políticos y medios de comunicación han calificado este acto como “una vergüenza y un irrespeto a los Padres de la Patria” que busca incitar una agresión espontánea de los dominicanos para justificar la acusación de “xenófobos y racistas de  quienes reniegan de su propia negritud”.

Los que organizaron esa actividad y quienes les apoyan en medios de comunicación y en las redes sociales, defienden que “son dominicanos” y que por tanto tienen derecho a manifestarse en el Altar de la Patria.

Pero el problema no es que los presentes allí fueran o no dominicanos,  a fin de cuentas la Constitución protege el derecho de cualquier ciudadano a protestar dentro del marco de la ley, y esa gente contaba con todos sus permisosÖ

Como tampoco deben molestar las manifestaciones folclóricas que protagonizaron los haitianos dentro de la protesta, ya que ninguna expresión cultural debe ser rechazada y menos las presentadas allí, de origen afroantillano, que se encuentran en la base de la cultura dominicana.

Lo que realmente indigna y molesta del lugar elegido para esta protesta, es que los organizadores —ONG’s financiadas desde el extranjero—, protagonizan una campaña internacional de difamación en contra de la República Dominicana con el objetivo de revertir la sentencia 168-13 y derribar la frontera jurídica que protege la identidad nacional.

Lo que estos grupos piden es ampliar las facilidades que otorgó la ley 169-14 para resarcir a personas que fueron afectadas por errores registrales, y que en cambio el Estado Dominicano otorgue una especie de “amnistía de nacionalidad” para de un plumazo convertir en dominicanos a al menos 200 mil haitianosÖ

Todo sobre la base de un montaje y una flagrante mentira como la supuesta condicion de apátridas en que quedaron decenas de miles de personas como consecuencia de la sentencia del TC. La verdad es que en este país no hay un solo apátrida, y lo que tenemos son miles de haitianos indocumentados que no pueden demostrar que nacieron en territorio dominicano ni siquiera con las laxas y flexibles condiciones establecidas por la ley 169-14 simplemente porque se trata de personas nacidas en Haití y llegaron al país por vías irregulares.

Por eso no han podido ni podrán presentar un solo caso de esos supuestos apátridas,  a pesar de que en un momento —y por presiones de embajadores atrevidos que por fortuna ya no están por –, la Cancillería abrió una oficina para que fueran allí todos los supuestos apátridas de la 168-13.

Pero la verdad no importa, porque el objetivo es endosar a los dominicanos ese gran problema que representa para la comunidad internacional la inviabilidad de Haití como Estado. Y para alcanzarlo van más allá que la sola revocación de la sentencia del TC, ya que lo que buscan como parte de esa agenda geopolítica —de la que los manifestantes del pasado sábado son simples peones— es una modificación constitucional que elimine cualquier restricción al Ius Solis en el régimen de nacionalidad definido en nuestra Carta Magna, como en mas de una oportunidad ha sugerido la afrentosa CIDHÖ

Ö Algo que declararía el fin de la nacionalidad dominicana como la concibieron los forjadores de la dominicanidad. Porque con el derribo de esa última frontera jurídica, millones de haitianos serán dominicanos de la noche a la mañana, a los que se irán sumando los miles que siguen saliendo del “paritorio” haitiano en que se ha convertido nuestro país.

Lo que tanto irritó a los dominicanos, en consecuencia, fue que estos grupos se presentaran a la morada final de Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella a pedir la disolución de su obraÖ

Y ese irrespeto, esa afrenta contra la dominicanidad, que no se puede permitir nuevamenteÖ ¡Bajo ninguna circunstancia y al precio que seaÖ!

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