OPINIÓN: Una crisis sistémica se avecina en China. Por Julio Díaz Sosa

Durante los últimos meses hemos sido bombardeados por los medios de comunicación sobre la supuesta «guerra comercial» entre los Estados Unidos y China. Fruto de los aranceles impuestos por parte de ambos países a las importaciones procedentes de los mismos. El eje central de la estrategia de la administración del presidente Trump es debilitar económicamente a China para que este país no se convierta en la economía más grande a expensas de la decapitación de la industria nacional estadounidense. Mas allá, de proteger a la industria nacional estadounidense, la presente administración tiene como Norte controlar el sudeste asiático y desplazar a China del liderazgo regional utilizando a sus pivotes estratégicos en la región como Corea del Sur, Japón y en menor medida Vietnam para lograr ese objetivo.

Con un debilitamiento del modelo económico chino basado en la exportación de bienes de bajo costos, y con la abrupta inserción de un modelo de consumo, esto será el catalizador principal para desnudar las falencias en los cimientos en cuales descansa la economía china. En los últimos años el crecimiento de la economía china se ha sustentado sobremanera en el gasto en infraestructura, principalmente de aquel que proviene del Estado. El gasto estatal en infraestructura representó cerca del 30% de la inversión total en el país en el año 2017. A largo plazo, entendemos que esta política no es sostenible y con una retirada del Estado y la incursión tímida del sector privado en este sector, esto mermará el crecimiento económico del país a largo plazo, lo que limitaría su potencial de sobrepasar a los Estados Unidos como la economía más grande del mundo.

La mayoría del gasto desmedido en infraestructura llevado a cabo por China ocurrió en el despertar de la crisis financiera global del 2008, lo que condujo a mitigar los efectos de esta crisis en el crecimiento económico del gigante asiático. Este gasto estatal exorbitante en infraestructura ha servido de remedio para contrarrestar la moderación en la inversión en el desarrollo de viviendas, que es un indicador clave en el crecimiento económico del país. Por ejemplo, en el 2017 la inversión en activos fijos en infraestructura alcanzó la astronómica cifra de 17.6 trillones de yuanes o 2.6 trillones de dólares, lo que contabilizó un 27.8% de las inversiones en activos fijos. Se estima que ese gasto contribuyó en un 0.7% del crecimiento real del PIB de los 6.9% que creció el país en el 2017.

El objetivo en la inversión en infraestructura ha variado desde el estallido de la crisis financiera en el 2008. Desde entonces, el gasto en infraestructura se ha enfocado en el transporte, especialmente en trenes de alta velocidad. Entre el 2013 y 2015, el gasto se enfocó en obras municipales con la construcción de carreteras, pavimentos de calles, construcción de acueductos. Sin embargo, en los últimos anos la construcción en transporte ha emergido nuevamente como la prioridad principal del Gobierno chino, pero con un enfoque en red de carreteras nacionales y redes de almacenamiento para apuntalar el crecimiento del comercio electrónico que viene experimentando el país. Sin embargo, muchos analistas ven que el gasto desbordante en este tipo de proyectos es un preludio de que la mayoría de ellos serían elefantes blancos. A pesar del enorme gasto en infraestructura vial que China ha realizado en los últimos anos, el país está muy lejos de los niveles de los países desarrollados en ese renglón. De acuerdo con un estudio realizado por el Foro Económico Mundial sobre el ranking de la calidad de infraestructura en el 2017, China quedó en el lugar 47 de los países evaluados. Esto es un claro indicativo de que a pesar de los enormes gastos infraestructura realizado por el Gobierno, el país necesita seguir invirtiendo y condicionar las obras existentes.

La mayoría del riesgo asociado con el alto nivel de gasto en infraestructura por parte de China se debe al gran apoyo en financiamiento que ha recibido de los gobiernos locales. Todo esto a pesar de la falta de presupuesto para financiar estos tipos de proyectos debido a la centralización ocurrida en los años 90. Los gobiernos locales se han visto compelidos a financiar los proyectos de infraestructura con el objetivo de lograr mayor crecimiento económico a corto plazo. Y como resultado, esto ha llevado a un incremento de la deuda a niveles alarmantes.

Los gobiernos locales financian los proyectos de infraestructura a través de instrumentos fiscales y de deuda. En el ámbito fiscal los gobiernos locales financian los proyectos fiscales con los ingresos tributarios del Gobierno central y local. Y en cuanto a lo que a deuda se refiere, a través de préstamos con la banca, colocación de bonos e inversión extranjera directa. Sin embargo, la gran mayoría de los gastos en infraestructura provienen de los ingresos fiscales.

El mayor problema que enfrentan los gobiernos locales en China para financiar los proyectos de infraestructura está mermando. La venta de terrenos representa la mayor proporción de los ingresos fiscales para financiar los proyectos de infraestructura; en el 2016 esto representó el 55% de los ingresos fiscales que fueron destinados a la inversión de proyectos urbanos, lo que contabilizó alrededor de un 25 a un 30% del total de los proyectos de infraestructura de la inversión en activos fijos.

La venta de terrenos ha disparado las alarmas sobre la sostenibilidad de este mecanismo de financiamiento a largo plazo, ya que ha inflado los precios de las tierras, en detrimento de la actividad industrial local, lo que ha provocado que las autoridades nacionales se enfoquen en restringir este tipo de actividad. Debido a esta actividad muchas personas han sido reubicadas por la venta masiva de terrenos es un foco de inestabilidad social. De igual manera, la posesión de terrenos es la principal forma de colateral utilizada por los gobiernos locales como vehículo de financiamiento, la cual está atada a la construcción de proyectos de infraestructura cuando utilizando financiamiento de la banca. Es por ello, que un mayor control por parte del Gobierno central para regular las ventas de terrenos, tendría un enorme impacto en los mecanismos de captación de fondos para proyectos de infraestructura, como el financiamiento a través de la banca.

Debido a este escenario, los gobiernos locales en el 2018 han empezado a cancelar proyectos, especialmente en regiones con precariedades económicas debido a la falta de financiamiento por el control ejercido para las ventas de terrenos. El crecimiento de la inversión de activos fijos sólo creció un 7.5% entre enero y abril del 2018, muy diferente al 13.5% registrado en el 2017.

A partir del 2014 el Ministerio de Finanzas de China ha incentivado la creación de sociedades públicas-privadas para financiar los proyectos de infraestructura. Esta iniciativa ha calado muy poco en el sector privado debido a una falta de control sobre los precios de los usuarios en el sector público. La mayoría de los participantes en estas sociedades utilizan esquemas piramidales junto con los gobiernos locales para buscar financiamiento de los bancos.

Las preocupaciones que ciernen sobre la economía china sobre una posible crisis financiera debido al alto nivel de endeudamiento no son cortoplacistas, debido a que la mayoría de la deuda china es interna y ligada al Gobierno. Sin embargo, consideramos que este alto nivel de endeudamiento le pondrá un freno a la productividad y contribuirá a una merma del crecimiento económico. La deuda pública china al cierre del 2017 representó un 255.7% del PIB. Y entre el 2009 y el 2016, esa deuda aumentó en promedio un 16.5% anual como porcentaje del PIB de acuerdo con datos ofrecidos por el Banco de Pagos Internacionales. La crisis de la deuda china podría ser devastadora a medida de que los niveles de inflación se vayan moderado, debido a los nuevos riesgos que enfrenta la deuda del país, ya que la composición de la misma ha variado.

Aunque la mayoría de la deuda china se encuentra en el sector corporativo, especialmente en las compañías manejadas por el Estado, el endeudamiento de los hogares se ha expandido de forma exponencial en los últimos años, y ya para el 2017 esta representaba un 48.7% del PIB. Por lo que pronosticamos que una mayor presión inflacionaria, perdida de la productividad y una ralentización de la economía seria el detonante de una crisis de la deuda china, auspiciada de cierta forma por la «guerra comercial» del presidente Trump que resulta ilógica para muchos, pero que en el trasfondo busca debilitar el avance de la economía china y su posterior debilitamiento como potencia económica y geopolítica.

La deuda de los hogares superó por primera vez en la historia de china a la deuda corporativa en el año 2016, y la mayoría de la composición de esa deuda de los hogares va dirigida a préstamos hipotecarios, alentada por un sector financiero poco regulado y haciendo prestamos tipos subprime o de alto riesgo como ocurrió en los Estados Unidos, la mayoría de estos préstamos son otorgados por la banca de la sombra que representa 20 trillones de dólares. Aunque en estos momentos China no enfrenta una crisis de repago de la deuda, debido al crecimiento exponencial de la misma, las empresas estarán dispuestas a invertir menos, con una gran proporción del capital absorbido para el repago de intereses. Debido a esta falta de inversión privada esto tendrá un efecto devastador en el empleo, los salarios y en la estabilidad social. La economía japonesa es un vivo ejemplo de como un alto nivel de endeudamiento le coloca frenos al crecimiento económico y convierte a una economía en zombi. La administración del presidente Trump sabe eso, y es por ello que buscan convertir a China en el próximo Japón, el Japón del letargo económico.

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