Sacar a Danilo Medina del poder: inicio del fin de la impunidad. Por Cesar Mieses

El fin de la impunidad no puede plantearse sin el fin de la era peledeísta. Todo el mundo sabe, incluyendo quienes se hacen pasar por suecos, que para Danilo Medina reelegirse tuvo que comprar el Congreso y gran parte de los medios de comunicación con las sobrevaluaciones y los sobornos de Odebrecht, medicina que también tuvo que aplicar a lo interno del PLD para hacer añicos a Leonel Fernández en este caso agregando una dosis de narcopolítica.

Desde que Roberto Rosario como artífice del pasado simulacro electoral declarara a Danilo Medina otra vez presidente para el periodo 2016-2020, desde ese mismo momento, se podía olfatear el naufragio de la nueva gestión presidencial camuflada con un 62% de la voluntad popular.

El escándalo de Odebrecht ya había explotado en playas extranjeras, se había tardado en desembarcar en nuestras costas debido a que la prensa dominicana guardaba el silencio de la compensación mientras las redes sociales se amotinaban demandando una explicación creíble al gobierno  sobre la verdad de los sobornos y las sobrevaluaciones de la transnacional brasilera objeto de crisis políticas agudas en la mayoría de los países latinoamericanos.

En su campaña presidencial de 2012 Danilo Medina visita a Brasil y explota sus lazos con el expresidente Lula.Danilo Medina y el PLD se sabían culpables y optaron por meter la cabeza bajo la arena. Hasta que ante lo que se le venía encima el danilismo se adelantó y comenzó a apuntar sus cañones hacia sus viejos y nuevos enemigos abriendo una contienda para terminar de hundir a Leonel Fernández, arrebatarle el control del sistema judicial y de paso descabezar al principal partido de oposición. Así Danilo Medina se presentaría por enésima vez como el salvador de la patria herida ahora por la espada del caso Odebrecht.

El presidente Medina fue más lejos y corrió el riesgo de desafiar a la ciudadanía que demandaba explicaciones, de manera enfática el mandatario pedía que le presentaran pruebas, desmintiendo y descalificando a todo el mundo y reafirmándose como el único político serio del país.

Si lo hizo con éxito en casos anteriores como Barrick Gold, Bahía de las Águilas, Loma Miranda, Tres Brazos, Cea, etc. ¿Por qué no hacerlo de nuevo con el expediente Odebrecht?

Pero como el Chapulín el pueblo dijo: ¡No contaban con mi astucia! La marea comenzó a subir pasando de las redes sociales a la calle y tiñendo de verde todo el territorio nacional. Lo primero que fue derrotado fue el acuerdo de impunidad tramado por el Procurador asociado al dirigente del PRD y abogado Eduardo Jorge Prats, lo segundo los intentos de absorción del movimiento con una encerrona en Palacio y cooptando una parte de sus dirigentes como en otras ocasiones, y lo tercero el plan divisionista trazado desde núcleos en desbandadas del peledeísmo.

Marcha verde, libro verde, llama verde, el Cibao marcha, el Sur marcha, el Este marcha y todo el país se ha vuelto una sola marcha al quedar claro que con sus actuaciones judiciales, sus mentiras repetidas y la represión desatada contra todo lo que le huele a verde, Danilo Medina y el PLD se han convertido en el primer muro a derribar para que comience el fin de la impunidad y de su régimen político plutocrático.

Lo enfrentaron, lo ensalzaron y lo volvieron a enfrentar. No sabían qué hacer. Y no saben aún. El movimiento verde es una marea cuyas olas no solo salpican sino que ya amenazan con hacer sucumbir la debilitada, ineficaz y arruinada gestión del presente gobierno.

En realidad Danilo Medina no contaba con que se iba a enfrentar al verde, un movimiento ciudadano y popular forjado al calor de las luchas sociales y políticas del siglo 21 que al tratarlo con desdén, hipocresía y simulacro ha terminado por convertirlo en su más que probable sepulturero.

A estas alturas el presidente Medina se encuentra atrapado y aterrorizado porque sabe que la cuenta regresiva de su muerte política se acelera en la medida en que la llama del movimiento verde se va adueñando del corazón del pueblo dominicano.

El pueblo se viste de verde y la ciudadanía se va constituyendo en sujeto político movido por el clamor de justicia. Con la activación de las regiones Sur y Este se completa el ciclo de la cadena y las condiciones de subjetividad necesarias para marchar con la fuerza incontenible de la marea verde no hacia el Parque Independencia sino hacia el Palacio Nacional pidiendo a una sola voz la renuncia de Danilo Medina y la banda de corruptos que le acompaña, para que sean traducidos a la acción de la justicia y condenados a la muerte civil. Entonces y solo entonces comenzará el fin de la impunidad.

Por suerte son cada vez menos las personas que creen en la palabra de Danilo Medina y su anillo. En su alocución del pasado 27 de febrero el perturbado presidente se mostró como el camaleón que siempre ha sido, en un esfuerzo por convencer al pueblo de su inocencia jurando hasta por la madre de los tomates.

Su discurso no convenció a nadie pese a la poderosa y sofisticada maquinaria de propaganda que se puso en marcha pagada con fondos del Estado. Eran palabras repetidas en la boca de un presidente asediado por su propio lenguaje, que no distinguía entre presente, futuro, pasado mientras aturdía con cifras fabricadas y promesas de proyectos sin indicar las fuentes de financiamiento.

Danilo Medina sabe muy bien que le corresponde demostrar su inocencia en un tribunal de justicia libre de toda sospecha, sabe que tiene que dar cuenta del dinero empleado en sus campañas de 2012 y 2016, de su relación comercial con su jefe de campaña Joao Santana, quien guarda prisión en Brasil condenado a 8 años de cárcel, y de las negociaciones y sobrevaluaciones del contaminante proyecto eléctrico Punta Catalina que todavía construye Odebrecht.

¿Cómo se explica que mientras en países como Brasil, Colombia, Perú, Panamá, entre otros, el destape Odebrect provocara un terremoto político y en el nuestro todavía no haya sucedido absolutamente nada? La respuesta a la pregunta pasa por reconocer que la corrupción y la impunidad tienen nombres y apellidos que se encuentran al frente de los tres poderes del Estado.

Así las cosas, a la vez que exigimos cárcel para los corruptos, devolución del dinero y los bienes públicos robados, estamos desafiados a Poner Fin a Danilo Medina-Margarita Cedeño y la Mafia-PLD como parte del proceso desatado por la marcha verde, ojalá irreversible, de Poner fin a la Impunidad.

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