Tregua de Navidad: Nochebuena de 1914. Por Héctor Silvestre hijo

El 28 de junio de 1914, en Sarajevo, Gavrilo Princip, un nacionalista serbo-bosnio, cometió un asesinato que cambiaría el curso de la historia. Con una pistola Browning, FN Modelo 1910, Princip disparó contra el heredero a la corona Austria-Hungría, Francisco Fernando. Una bala atravesó el cuello del archiduque lo que le ocasionó la muerte, su esposa, la Duquesa Sofía Chotek, también muere a causa de los disparos.

Semanas más tarde, Austria, con apoyo Alemán, declaró la guerra a Serbia. A principios de agosto Rusia hace lo mismo contra el imperio alemán y el imperio austrohúngaro, miembros prominentes de la Triple Alianza. El 3 de agosto Alemania emitió declaración de guerra contra Francia e invade Bélgica; al día siguiente Inglaterra se unió a Francia y a Rusia (la Triple Entente): estalla la GRAN GUERRA o Primera Guerra Mundial, y con ello llega a su fin, lo que Karl Polanyi bautizó como, “la paz de los cien años”.

A pesar del grueso de efectivos y la cantidad impresionante de recursos, ambos bandos estiman que la guerra acabará pronto y que ya para navidad los soldados estarán en casa junto a esposas e hijos. Por su lado, los alemanes apuestan al Plan Schlieffen, que contempla la invasión de Bélgica, y la derrota, a todo vapor, primero a Francia y luego Rusia, pero el proyecto falla. La guerra relámpago se desvanece y el conflicto entra en un punto muerto: la guerra de trincheras.

La Primera Guerra Mundial es un conflicto bélico sin precedentes hasta ese momento. Todo el desarrollo industrial es utilizado en beneficio de la contienda y en la mejora de todo tipo de municiones y artefactos de alta tecnología. Los caballos son sustituidos por modernos vehículos de motor. Aparece, por primera vez, el tanque de guerra. Los primeros bombardeos desde el aire y los submarinos imponen el terror en los océanos. Uso intensivo del gas venenoso. En fin: guerra total.

Fue tan terrible aquello que se pensó que aquel conflicto era “la guerra que pondría fin a todas las guerras”. Ya sabemos que no fue así.

En medio de tanta tragedia un evento insospechado, y casi milagroso, ocurrió en el frente occidental la Nochebuena de 1914. El 24 de diciembre, en las trincheras ubicadas en Ypres (Bélgica), misteriosamente se produjo un alto al fuego. De repente oficiales alemanes empezaron a decorar las trincheras con objetos de navidad acompañados de villancicos, entre ellos destaca: Stille Nacht (“Noche de Paz”). Sorprendentemente los ingleses corearon, a modo de respuesta, sus propios villancicos anglosajones. No se escuchó un solo disparo, lo que imperó fue el coro de armonía entre ambos bandos.

Un soldado alemán salió de su trinchera y con bandera blanca en mano envió un mensaje de tregua y paz a sus adversarios del frente. Algunos ingleses no estaban confiados y querían disparar, pero uno de los oficiales decidió responder el gesto y arriesgarse: abandonó su trinchera y se acercó a su rival alemán. Ambos se estrecharon la mano. La hermandad y confraternidad empezaron a apoderarse del ambiente.

En cuestión de minutos el terreno neutral o zona cero, también llamado “tierra de nadie”, estaba lleno de soldados que se saludaban unos con otros. Luego de saludos y abrazos, algunos lloraron, deciden recoger los soldados muertos y darle sepultura. Se realizaron funerales comunes.

Según el oficial británico Marmaduke Walkinton: Un soldado alemán dijo: “mañana no dispararemos, ustedes tampoco”. El 25 diciembre, la tregua de navidad continuó.

Al día siguiente los saldados intercambiaron chocolates, cigarros y hasta botones de uniformes. Se hicieron fotos juntos y tomaron whisky para hacer frente a las bajas temperaturas. Jugaron cartas y ajedrez. Un soldado británico lanzó un balón de trapo, y se armó tremendo partido de fútbol. Se dice que los alemanes ganaron 3-2.

Entre el 24 y 27 de diciembre de 1914, un soldado británico escribió: “Queridos padre, madre y hermanos…Solo unas líneas para contarles que he tenido una navidad muy feliz…Hablo de paz y buena voluntad, pues nunca había contemplado una visión tan acogedora. Uno de nuestros oficiales tomo una fotografía de un grupo de hombres de ambas tropas. Los hombres de ambos bandos nos encontramos en tierra de nadie, y pasamos el día allí. Intercambiamos cigarrillos…fue como un grupo de amigos en un partido de fútbol. También intercambiamos algo de comida, como los niños en el colegio…parecían compañeros ingleses…”

Todo era felicidad, a pesar de ello la noticia no cayó muy bien en los altos mandos militares. Esa chispa de bondad espontánea inmediatamente fue extinta. Se ejerció fuerte presión para restaurar el combate. Se enviaron soldados de reemplazo en el frente. Algunos oficiales fueron severamente sancionados. “¡Que todos los hombres vuelvan a sus puestos!” era el mensaje a seguir.

A pesar de que los gobiernos impidieron la difusión de cartas y fotografías de los días de tregua, la prensa internacional se hizo eco de aquel asombroso, casi místico, acontecimiento. El 31 de diciembre The New York Times, publicó en primera plana: “Las Trincheras cambian las pistolas por el vino”.

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